Es curioso, como España ya no
puede fabricar bombas de racimo en Instalaza y como no se exportan botijos ni
castañuelas en madera de boj ni anís “Manolete”, el ministro Morenés se ha
marchado hasta Arabia Saudita en un
intento de vender a los árabes 250 carros de combate “Leopard 2E”, un derivado del
“Leopard 2A6” desarrollado conjuntamente por industrias de España y Alemania. En
1998, el gobierno español llegó a un acuerdo para contratar 219 carros de
combate Leopard 2E, 16 vehículos de recuperación Leopard 2ER (Búfalo) y 4
vehículos de entrenamiento. El contratista principal fue Santa Bárbara Sistemas,
empresa ubicada en Sevilla, y el presupuesto anduvo por los 1.939,4 millones de
euros (incluyendo ayuda logística, cursos de aprendizaje para instructores e
ingenieros, simuladores de conducción, mantenimiento, etc.). Las entregas del
primer lote comenzaron en el año 2004 y concluyeron en 2008. En la actualidad,
el Ejercito español dispone de 327 “Leopard 2”; 108 “Leopard 2A4” (que fueron adquiridos
del inventario alemán en 1995); 219 “Leopard 2E” y 16 “Leopard 2ER” de
recuperación fabricados en España con licencia alemana. Morenés, consciente de
que, al precio que está la gasolina, esos carros de combate sólo se ponen en
marcha con motivo del desfile el Día de las Fuerzas Armadas, espera que los
árabes, además de adquirir lujosos apartamentos en la Costa del Sol, nos compren
material de guerra, por si las moscas. Con un poco de suerte, ya que a los
árabes les sobran petrodólares, también podrían adquirir el portaaviones
“Príncipe de Asturias”, de poco uso táctico y cuyo mantenimiento cuesta a todos
los españoles más de 30 millones de euros anuales. Todo es cuestión de que
Morenés se lo proponga y haga ofertas de dos por uno, como en el Eroski. Hombre,
conscientes de que portaaviones sólo disponemos de uno, se puede incluir en el mismo
lote el uso y disfrute durante siglo y medio del aeropuerto de Castellón, muy
mejorado estéticamente desde que Juan Ripollés instaló en la rotonda de entrada
la efigie en bronce de Carlos Fabra. Sólo faltan las pirámides y alguna tienda
de recuerdos, pero todo se andará.
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