jueves, 10 de mayo de 2012

Cristina Cifuentes



A Cristina Cifuentes no le gusta el movimiento 15-M. A mí no me gusta Cristina Cifuentes. Empate. Hace dos semanas acudió de incógnito a una asamblea de esa organización para ver lo que se cocía en las asambleas. Ha dicho que “le gusta ver las cosas sobre el terreno y suele ir a los sitios sin avisar”.Hombre, tampoco es que sea muy conocida por el ciudadano de a pie esa dama de pitiminí, como me consta que tampoco lo fueron sus antecesoras en el cargo, o sea, María Dolores Carrión, Amparo Valcarce y Soledad Mestre, en este orden. A mi entender, al delegado del Gobierno, ya lo sea en Madrid,  en Murcia, en Aragón o en cualquier otro reino de taífas del alfoz hispano, se le debe comunicar por escrito  cualquier  manifestación pacífica que se pretenda hacer como protesta y en defensa de los derechos perdidos. Y la obligación del delegado del Gobierno, la obligación de la señora Cifuentes, una vez avisado o avisada en tiempo y forma, es la de tomar la debida nota del acto previsto, por un lado; y asegurar que no se produzcan desórdenes públicos, por otro. Y ahí termina su misión. Un delegado del Gobierno no debe mandar un “ejército” de policías con cámaras fotográficas incrustadas en sus cascos, o en sus partes pudendas, que me da lo mismo dónde, para amedrentar a unos manifestantes a los que les ampara el derecho a protestar. ¡Faltaría más! Un delegado del Gobierno no debe, tampoco, contar entre sus atribuciones la de poder decidir  cómo y por dónde ha de de transcurrir tal manifestación pacífica, entendida siempre como un derecho contemplado en nuestra Constitución. Cristina Cifuentes, por tanto, no debe considerar si una manifestación pacífica de ciudadanos en un Estado de Derecho sólo debe autorizarse si se celebra  en los Monegros, en Babia, o en Casa de Campo, como esta delegada del Gobierno pretende hacer para intentar solapar un problema que tiene el Gobierno de Mariano Rajoy. Esas cosas, y otras peores, ya lo creo, las hacían determinados políticos de la Dictadura con la vergonzosa cuestión de las chabolas. La actual alcaldesa de Madrid, Botella, siendo teniente de alcalde de la Villa, se permitió decir que el barrio de Chueca olía mal por causa de los vagabundos, que dejaban las aceras llenas de inmundicias. Pues bien, a la Casa de Campo le invito a que vaya la señora Cifuentes, que siempre se aprende algo.

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