A Cristina Cifuentes no le gusta
el movimiento 15-M. A mí no me gusta Cristina Cifuentes. Empate. Hace dos
semanas acudió de incógnito a una asamblea de esa organización para ver lo que
se cocía en las asambleas. Ha dicho que “le gusta ver las cosas sobre el
terreno y suele ir a los sitios sin avisar”.Hombre, tampoco es que sea muy
conocida por el ciudadano de a pie esa dama de pitiminí, como me consta que
tampoco lo fueron sus antecesoras en el cargo, o sea, María Dolores Carrión,
Amparo Valcarce y Soledad Mestre, en este orden. A mi entender, al delegado del
Gobierno, ya lo sea en Madrid, en
Murcia, en Aragón o en cualquier otro reino de taífas del alfoz hispano, se le
debe comunicar por escrito
cualquier manifestación pacífica
que se pretenda hacer como protesta y en defensa de los derechos perdidos. Y la
obligación del delegado del Gobierno, la obligación de la señora Cifuentes, una
vez avisado o avisada en tiempo y forma, es la de tomar la debida nota del acto
previsto, por un lado; y asegurar que no se produzcan desórdenes públicos, por
otro. Y ahí termina su misión. Un delegado del Gobierno no debe mandar un
“ejército” de policías con cámaras fotográficas incrustadas en sus cascos, o en
sus partes pudendas, que me da lo mismo dónde, para amedrentar a unos
manifestantes a los que les ampara el derecho a protestar. ¡Faltaría más! Un
delegado del Gobierno no debe, tampoco, contar entre sus atribuciones la de poder
decidir cómo y por dónde ha de de
transcurrir tal manifestación pacífica, entendida siempre como un derecho
contemplado en nuestra Constitución. Cristina Cifuentes, por tanto, no debe
considerar si una manifestación pacífica de ciudadanos en un Estado de Derecho
sólo debe autorizarse si se celebra en
los Monegros, en Babia, o en Casa de Campo, como esta delegada del Gobierno pretende
hacer para intentar solapar un problema que tiene el Gobierno de Mariano Rajoy.
Esas cosas, y otras peores, ya lo creo, las hacían determinados políticos de la Dictadura con la
vergonzosa cuestión de las chabolas. La actual alcaldesa de Madrid, Botella,
siendo teniente de alcalde de la
Villa, se permitió decir que el barrio de Chueca olía mal por
causa de los vagabundos, que dejaban las aceras llenas de inmundicias. Pues
bien, a la Casa
de Campo le invito a que vaya la señora Cifuentes, que siempre se aprende algo.
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