A mi entender carece de
importancia si la reina consorte, Sofía de Grecia, ha asistido o no a la cena
ofrecida por la reina de Inglaterra con motivo del LX aniversario de su
coronación. Cuenta la prensa que el Gobierno le ha “impedido” su asistencia al
evento por dos motivos; es decir, por la
anunciada visita de los condes de Essex
a Gibraltar, y por los problemas
existentes entre la colonia inglesa y los pesqueros españoles de la zona de
Algeciras. A mi entender, los condes de Essex pueden visitar Gibraltar cuando
les venga en gana, dado que Gibraltar es una colonia inglesa desde 1713. De
igual manera, los reyes de España pueden visitar cuando lo estimen oportuno las
ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que son españolas, además de porque así lo quieren hoy sus habitantes, porque Ceuta decidió serlo en 1640 y porque
Melilla fue reconstruida prácticamente de la nada por los españoles en 1497.
Lo que sucede es que los reyes de España no visitan esas Ciudades Autónomas,
entre otras cosas, por no “incomodar” al
rey de Marruecos. Al año que viene se cumplirá el tercer centenario del Tratado
de Utrecht,
firmado por un Borbón, Felipe V, el 13 de julio de 1713 y donde, en su artículo
X, se hacía una cesión de Gibraltar por parte del Rey Católico a la Corona de Gran Bretaña de “la
plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con
su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad
absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin
excepción ni impedimento alguno”. Un Tratado que había sido firmado unos días
antes, el 1 de julio, actuando como plenipotenciarios el duque de Osuna y el
marqués de Monteleón por parte de España, y el obispo de Bristol y el conde de
Strafford por parte británica, que casi ponía fin a una Guerra de Sucesión (oficialmente
terminó en 1714) que había durado 13 años y que, definitivamente, reconocía al
nieto de Luis XIV y María Teresa de Austria (hija de Felipe IV) como “rey de
España y de sus Indias”, tras la renuncia a sus derechos al trono de Francia y la
cesión de los Países Bajos españoles al emperador Carlos VI, pretendiente
austriaco al trono español desde la muerte del último rey de la Casa de Austria, Carlos II el
Hechizado, su tío abuelo, sin
descendencia. A título personal, quiero pensar que a la reina de España
no le ha importado demasiado el “impedimento” del Gobierno a su asistencia a
unos actos en los que iba a tener sitio entre Gustavo de Suecia y Beatriz de
Holanda. Isabel II había decidido no contar con la presencia del exrey
Constantino de Grecia ni de su consorte, exiliados en Londres desde que
cometieron el error de apoyar a los coroneles en su país, con el resultado de
una sonora patada en su soberano trasero. Los reyes sin corona, por regla
general, no son otra cosa que unos ciudadanos de a pie que suelen vivir del
cuento allí donde se encuentran.
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