Antes, te sentabas en el sillón
de orejas, leías una “tercera” de Abc y a su término te quedabas pensativo,
como si te hubieses metido entre pecho y espalda una fabada asturiana, o sea,
con el sopor de la digestión de lo que exponía en sus columnas un miembro de la Real Academia, a veces de
complicado entendimiento. Pero ya va quedando poco tiempo para tales saboreos.
El “periodismo-río” se impone y una noticia de hace veinte horas se queda vieja
por “oxidación” con sólo abrir internet. Pero hoy leo en Abc algo que me
preocupa: “Una rebaja continuada del IPC derivaría en lo que se conoce como deflación o caída generalizada y continua de
precios. Ante la expectativa de menores precios, se corre el riesgo de
entrar en una espiral muy dañina: los consumidores no gastan, las empresas
reducen aún más los puestos de trabajo, se consume todavía menos por el
desempleo y en consecuencia, se multiplican los cierres de negocios”. No
hace mucho, se luchaba desde el Gobierno por contener la inflación porque,
según afirmaban, era desfavorable para los ciudadanos menos pudientes. Ahora
resulta que también es mala la deflación derivada de la caída del consumo.
Aumentaría el consumo, por ejemplo, si el Gobierno rebajase el abultado IVA.
Dicen que en el punto medio está la virtud. Pero, ¿cuál es el punto medio? Los
precios en España permanecen planos. También los convenios colectivos. Funcas
mantiene que por cada punto que baja la inflación los ciudadanos se ahorran
6.000 millones.¿En qué quedamos? No va a quedar otro remedio que volver a
apoltronarnos en el sillón de orejas para leer a Paul Krugman y que sea lo que Dios quiera.
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