El Gobierno no invitó a Aznar ni
a Rodríguez Zapatero, tampoco a Felipe González, al servicio religioso oficiado
por Rouco Varela en la Catedral de la Almudena por una sencilla
razón: La Almudena
no cuenta con palenque. En España, que yo sepa, las peleas de gallos están
prohibidas salvo en Canarias y en algunos pueblos de Andalucía. Rouco Varela,
en su último oficio religioso oficial, el de ayer, señaló ante los Reyes que
“España es hoy una nación de misión”. Pues nada, que vengan los misioneros, se
rompan las huchas del Domund y nos cristianicen adecuadamente Ripalda en mano. Como
señala Juan G. Bedoya hoy en El País, “Rouco se despide como llegó: con dardos
contra el poder civil, que querría sometido al eclesiástico, católico por
supuesto”. Y ya tenemos a Blázquez al frente de la Conferencia Episcopal
por segunda vez. Ese es “un tal Blázquez”, que dijera Arzallus cuando fue
nombrado obispo de Bilbao. Blázquez, ahora arzobispo de Valladolid y pronto, ya
lo verán, cardenal, es el mismo personaje que en enero de 2012 cuestionó que
Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno de España, pudiese leer
el pregón de la Semana
Santa en la ciudad del Pisuerga. Y la razón que exponía
Blázquez no era otra que su situación matrimonial. Resulta que Sáenz de
Santamaría está felizmente casada por lo civil. Y Ricardo Blázquez, intentando
justificar lo injustificable, precisó: “mi apreciación no va más allá de lo que
va el Código de Derecho Canónico”. Pero el arzobispo Blázquez, tratando de
echar una de cal y otra de arena, ya dejó claro entonces que asistiría al
pregón de Soraya Sáenz de Santamaría porque su lectura sólo se trataba “de un
género literario, más que una homilía o un sermón”.
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