El Ayuntamiento de Zaragoza, como
no sabe qué hacer con el dinero que recauda al contribuyente en concepto de
IBI, Agua y Vertidos, multas de tráfico, Impuesto de Circulación, etcétera, en
vez de dedicarlo a adecentar los barrios, pagar la “línea uno” del tranvía,
satisfacer las deudas pendientes de la
Expo 2008, sanear colectores, echar asfalto en las vías
urbanas y dedicar una especial atención a familias enteras que no tienen nada
que llevarse a la boca, no ha tenido mejor ocurrencia que adquirir de un
particular un documento llamado
Privilegio Real, por el que un aspirante a rey que nunca llegó a reinar en
España, concedía a Zaragoza el privilegio de acuñar moneda, a cambio de 1.000
hombres dispuestos a luchar por su causa en la Guerra de Sucesión. Me
estoy refiriendo al archiduque Carlos de Habsburgo, apoyado por la Corona de Aragón y
enfrentado a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de de
Felipe IV, apoyado por la
Corona de Castilla, y que más tarde reinaría con el nombre de
Felipe V. Lo de menos, a mi entender, es
el dinero pujado por ese documento en subasta y adjudicado finalmente al
Ayuntamiento de Zaragoza en 3.100 euros. Esa cifra se la gasta el alcalde
Belloch en un vermú con unas aceitunas rellenas de rica anchoa cada vez que
llega de visita un histórico de la política y es agasajado en la planta noble
del edificio de la Plaza
del Pilar como si de un jefe de Estado se tratara. Ya me gustaría a mí saber
cuánto costó el alquiler del Teatro Principal a Felipe González, que le salió
gratis total, cuando vino a presentar su libro “En busca de respuestas. El
liderazgo en el siglo XXI” el pasado 22 de enero. Pero a lo que iba: mal pudo
firmar un privilegio real alguien que no fue rey de España aunque heredase en
1711 el imperio alemán. Y mal pudo, también, conceder a la Ciudad de Zaragoza el
privilegio de poder acuñar moneda alguien que no tenía poder bastante. ¿Imaginan
al tesorero municipal acuñando moneda amparado en un privilegio real concedido
por un Habsburgo? No sé qué dirían los proveedores cuando presentaran sus
facturas y recibieran en pago sacos llenos de monedas con el busto de Belloch
en el anverso y un mejillón-cebra en el reverso. Tampoco sé lo que pensaría Mario Draghi de nosotros. Hay documentos de
“privilegios reales” que no sirven ni para estar expuestos en una vitrina. Ese
es uno de ellos.
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