No se puede definir como hurto a lo
que constituye un daño a la
Naturaleza. Me explico: resulta que la Guardia Civil ha
podido comprobar, a requerimiento de una entidad bancaria propietaria de una
finca en Bárboles (Zaragoza), que en esa heredad se habían talado nada menos
que 3.500 olivos. Lo de menos, a mi entender, es el montante económico que ello
supone, si tenemos en cuenta que cada olivo tiene un precio estimado en 150
euros. Lo peor de todo, si cabe, es el daño que se ha hecho a nuestra flora con
la deforestación insensata por parte de seis individuos, cinco hombres y una
mujer, de nacionalidad portuguesa residentes en Épila. El diario Heraldo de
Aragón comenta que “a primeras horas de la mañana del jueves 27 de febrero, los
agentes sorprendieron a seis personas en el interior del olivar que se
encontraban talando olivos con motosierras y preparando montones de leña para
su posterior traslado”. Sigue informando ese diario de que “fueron detenidas
por un delito de hurto” y de que “la leña obtenida estaba siendo almacenada en
una finca de la localidad de Épila
propiedad de un familiar de uno de los detenidos”. Que yo sepa, además
del delito de hurto, como digo, se ha producido otra contravención todavía más
sangrante, o sea, el de daño a la riqueza nacional que suponen nuestros
olivares. Lo que ya no se cuenta en la prensa, al menos de momento, es si tales
sinvergüenzas pudiesen haber seguido las pautas de algún descerebrado empleado
de esa entidad bancaria. Qué quieren que les diga. Algo huele mal. Por ejemplo:
nadie en su sano juicio toma una motosierra y se adentra en un “jardín” ajeno
sin saber a qué se arriesga, salvo que sea Ed Gein, el tipo que inspiró la
película “La matanza de Texas”. Quedan muchas cosas por aclarar: primero, está
claro que los portugueses que talaron los olivos en Bárboles conocían la
pertenecía de la finca. Segundo, ¿quién
les facilitó tal información? Tercero, ¿a quién o a quiénes, además de a los
desaprensivos taladores, beneficiaba esa tala? No me sirve que con la captura
de esos seis individuos, que ni siquiera son de nacionalidad española, se dé
carpetazo a un asunto muy serio. Se impone tirar del hilo si se quiere llegar al final de ese
enredo. Hasta ahora eran habituales las
quejas y las denuncias de los
propietarios de fincas de labor, aquellos que tenían sus tierras próximas a
carreteras secundarias, de que de sus árboles frutales, sus viñas, sus
melonares o los productos de las huertas eran arrasados por desaprensivos viajeros que “iban por atún
y a ver al duque”. Pero no me consta que también talasen los árboles frutales
para aprovechar la leña, aunque, visto lo visto, será mejor no dar ideas.
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