No está en mi ánimo glosar aquí
la cantidad de premios que José Verón Gormaz ha conquistado a lo largo de su
vida. Sería labor casi interminable. Fotógrafo, poeta, columnista de prensa,
novelista, académico de San Luis, miembro del Centro de Estudios Bilbilitanos,
Cronista Oficial e Hijo Predilecto de Calatayud…, uf, demasiados quehaceres
para una sola vida. José Verón es, ante todo, una buena persona y un amante de
su tierra. Acaban de otorgarle el Premio de las Letras Aragonesas 2013 y, con
ese motivo, Antón Castro le ha hecho una entrevista en Heraldo de Aragón.
“Muchos de mis poemas –dice Verón- nacen de la reflexión, pero también los hay
que surgen como un relámpago”. Todavía recuerdo cuando, en septiembre de 1995, la Peña Taurina “Litri” me
concedió un premio de narrativa por un
modesto trabajo. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, todavía
recuerdo a Verón en el salón de la
UNED alegrándose de que me hubieran concedido ese galardón.
También recuerdo sus palabras: “No ha sido fácil. Había otros relatos de gran
calidad”, me dijo. Yo estaba seguro de que así era y de que él me había ayudado
de alguna manera. Y, desde entonces, conservo en casa un relieve en bronce que
representa el interior de la
Plaza de Toros,
también conocida como Coso de
Margarita, inaugurada el día de la
Virgen de la
Peña de 1877, con toros de López Navarro y lidiados por
Frascuelo y Ángel Pastor. El de Ocaña, tres años antes de aquel festejo taurino
inaugural del Coso de Margarita, había ingresado en la cuadrilla de Frascuelo
como banderillero. Y Frascuelo, que le
brindó su amistad, le apadrinó su alternativa el 23 de octubre de 1876,
doctorándose con la muerte de “Madroño”, de la ganadería de Miura. Tal vez el
subconsciente me esté produciendo una mala pasada. Aquí quería comentar el
último Premio que, de momento, han concedido a Verón, sabedor de que recibirá
más porque se los merece, y me he marchado, ¡miren ustedes por dónde!, por el
cerro de Bámbola. Verón tomó el testigo de Cronista Oficial a la muerte de
Pedro Montón, mi amigo carbonero muerto que solía ir a la taberna del Patas
Cortas, aquel “entrañable zamorano que
sólo servía vino, tomate crudo y sardinas rancias”. Felicidades, Pepe.
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