En su artículo “De san Froilán a
san Atilano”, Chany Sebastián comenta en “La Opinión” de Zamora la importancia de la villa de
Távara” en su histórico cruce de caminos entre Castilla y Galicia, entre
Asturias y Portugal…”. Lo que no termino de entender es la razón por la que
Chani escribe Távara con “be”. Eso habría que preguntárselo a su alcalde, José
Ramos San Primitivo, El pueblo de Távara, o Tábara, que al igual que Toro fue
posesión de doña Elvira, hermana de Urraca, por herencia de Alfonso VI, se
encuentra en las estribaciones de la sierra de la Culebra, en la provincia
de Zamora. Doña Elvira se lo cedería a su muerte a su hija doña Sancha y ésta a
la Orden del
Temple. En el siglo XV, el pueblo pasa a la familia Almansa, que junto a Alcañices
y Mombuey constituyeron el Señorío de Távara, que posteriormente pasaría a la
familia Pimentel. En 1541, Bernardino Pimentel y Enríquez recibió de Carlos I
el título de marqués de Távara, como bien indica Chany, por los servicios prestados
contra los comuneros, y un año más tarde Pimentel compraría a la Corona el Señorío de
Villafáfila hasta entonces perteneciente a la Orden de Santiago. En tiempos de José Bonaparte
todo el extenso territorio de Távara pasó a depender de Salamanca hasta que con
el Trienio Liberal (1820-23) retorna de forma interina a la provincia de
Zamora, hasta que la división
territorial hecha por Javier de Burgos en 1883
la incluye en esa provincia
definitivamente. Ese marquesado, el de Távara, no sé hoy en manos de quien
está, pero aquí aprovecho para recordar al XX marqués, Iñigo de Arteaga y del
Alcázar, falleció en accidente en la provincia de Toledo con la avioneta que
pilotaba, junto a otras dos personas, en octubre de 2012, cuando regresaba a
Madrid desde el castillo de la
Monclava, en la provincia de Sevilla. Tenía 43 años,
permanecía soltero y era el primer hijo varón de Iñigo de Arteaga, XIX duque
del Infantado.
2 comentarios:
He leído como siempre... tu artículo con interés.
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Pero en éste en concreto me traes el recuerdo de mi amigo y vecino Iñigo de Arteaga.
Lo mismo hablábamos de urbanismo que de tonterías tomando un vino.
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Le conocí desde que vino a verme para unas obras en su chalet. Pues yo tenía mi guerra particular con el ayuntamiento de Madrid.
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Nunca he sabido nada más que su nombre, Iñigo. Hasta el mismo día de su trágica muerte.
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Con ello, sólo quiero que sepas lo sencillo y buena persona que era.
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Un abrazo y gracias por hacerme recordar.
Saludos, José Ramón MIRANDA
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