Encuentro como algo normal que el Ayuntamiento de Barcelona
que preside Ada Colau haya decidido
retirar el busto de Juan Carlos I
existente en el Salón de Plenos. El PP dice al respecto que es un “escarnio a
la monarquía”. Don Juan Carlos dejó de ser jefe del Estado en junio de 2014 y,
a mi entender, su imagen ya no debe presidir ningún acto oficial al no existir
ninguna razón que lo justifique. Dicha retirada ha coincidido casualmente con
el viaje de Felipe VI a Barcelona
con motivo de la entrega de nombramientos a la última promoción de la Escuela Judicial.
España se desprende de cabezas de reyes no ejercientes y en el mundo se
desprenden de cabeceras de periódicos. Así, el grupo británico Pearson se acaba de desprender de la
cabecera del Financial Times Group,
que acaba de vender al grupo
japonés Nikkei en 1.194 millones de euros. Que una cabecera de periódico
cambie de mano es algo que parece normal. Lo malo es cuando, además de la
cabecera, cambia su línea editorial y en
España estamos acostumbrados a ello. Pero en el caso del anterior jefe
del Estado, que se le retire de un lugar preferente en los salones de plenos de
las casas consistoriales de todas las ciudades es una medida de higiene
política y de aseo de Estado. Algo semejante a lo que aconteció en su día con
los retratos de Alfonso XIII, Niceto
Alcalá Zamora, Manuel Azaña y Francisco
Franco, el militar que aupó a don Juan Carlos a la Jefatura del Estado a
título de rey. Otra cosa que podría hacerse con el busto en bronce del rey
saliente, ahora retirado de ese Salón de Plenos, sería, por ejemplo, situarlo
en el centro de una glorieta a él dedicada y sobre un pedestal de granito
traído expresamente desde Cuelgamuros, o como sucedió con el busto del
bilbilitano Pascual Marquina, que se
levantó en una plazoleta de Calatayud en 1949 cuando España, más que cañí, era la España del hambre, del
piojo verde y de las cartillas de racionamiento. Marquina le dedicó su
pasodoble España cañí en 1923 a su amigo José
López de la Osa,
patronista de moldes de calzado en Almansa. Por cierto, España cañí fue el primer pasodoble que sonó en la Plaza de Toros de las Ventas de Madrid, en el
histórico paseíllo de la tarde del 17 de Junio de 1931, cuando se celebró el
primer festejo a beneficio de los desempleados, organizado por el alcalde Pedro
Rico y presidido por el primer presidente de la Segunda República.
Actuaron los toreros Diego Mazquirán
"Fortuna", Marcial Lalanda
y Joaquín Rodríguez "Cagancho", o sea.
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