La
Fundación Nacional Francisco Franco está dispuesta a
demandar a aquellos alcaldes que aprueben la retirada de “monumentos,
vidrieras, escudos y estelas por daños al patrimonio histórico artístico del
pueblo español” y acusa al PP de ser "responsable del actual clima de
discordia por negarse a derogar la Ley de Memoria Histórica y aplicarla en numerosos municipios “contra
el sentir de sus votantes”. ¡Toma ya! A la actual presidenta, Carmen
Franco Polo, hija del dictador, habría que invitarle a que se diera una vuelta por
Alemania. Podría comprobar in situ que
allí no existe ni un solo monumento que recuerde a Adolf Hitler y, también, que están
prohibidos los símbolos nazis, la mayor vergüenza de toda la historia de ese
país. Franco fue corresponsable de un golpe de Estado y responsable directo de una
guerra civil que todavía hoy, casi ochenta años más tarde, tiene heridas sin
cicatrizar. Las demandas que pudiese llevar a cabo esa Fundación sólo pueden asombrar a unos demócratas que pasan olímpicamente
de un grupúsculo de carcamales nostálgicos que nada tienen que ofrecer. A
Carmen Franco Polo, de 89 años de edad, podría recordarle que el 16 de febrero
de 2012, la Institución que ella
preside, inició los trámites para denunciar a Eugenio Merino por su escultura Alwais Franco, expuesta en la edición de
ARCO de 2012. La denuncia, como no podía ser de otra manera, fue desestimada
por la juez Rocío Nieto Centeno el 17 de julio de 2013. Meter, como hizo
Merino, a un maniquí del dictador en una nevera de Coca-Cola no parece que sea motivo para rasgarse las vestiduras. La
libertad de expresión, en este caso la libertad de expresión artística, debe
ser respetada al estar contemplada en la Constitución de 1978
en su artículo 20. Lo que no es de recibo es pretender, como pretende la Fundación Francisco Franco, que se eche tierra encima sobre
la Ley de
Memoria Histórica. Ya hay demasiada tierra encima de españoles fusilados
por el fascismo en las cunetas de las carreteras. Y muchos ahí continúan para
vergüenza de todos.
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