La noticia, aunque parezca provinciana, es que el alcalde de
Calatayud, José Manuel Aranda Lassa,
ha firmado esta semana dos alquileres sociales para familias bilbilitanas,
según cuenta La
Comarca. Está bien que Aranda, del
Partido Popular, se preocupe por los temas sociales en estos tiempos de
persistente crisis económica. Pero lo que a mí me choca es que a tales familias
monoparentales se las haya llevado a unas viviendas propiedad de Bantierra en la calle del Olvido, eso
sí, con un alquiler asequible. Lo que ya no dice la información es si tales
viviendas habían pertenecido con anterioridad a otros bilbilitanos a los que
esa cooperativa de crédito les había enviado a la Rue del Percebe por
lanzamiento judicial. Sería bueno aclararlo, para evitar malos pensamientos; o
sea, que se haya podido desvestir a un santo, en este caso a dos familias que
no podían hacer frente a su hipoteca y se vieron en la calle, para vestir a
otro. También choca que tales viviendas se encuentren, como decía, en la calle
del Olvido, que arranca de la
Plaza de Joaquín Costa y continúa haciendo una garrota hasta la Plaza de Primo de Rivera
(don Miguel). Habría que preguntarle a José
Verón Gormaz, Cronista Oficial de Calatayud, a qué es debida tal nominación
a una céntrica calle. “Por la calle del Olvido vagan tu sombra y la mía, / cada
una en una acera por las cosas de la vida”. Pero bueno, no importa. Vale más
vivir en la calle del Olvido que morir olvidado en la calle. Aranda, médico de
profesión, sabe que los recuerdos olvidados no desaparecen, sino que son
sepultados en el inconsciente. Y un día, cuando menos te lo esperas, vuelven
por sus fueros y afloran difuminados como cirros rojos en el ocaso por la sierra de Armantes. Y la palabra olvido se transforma en un hermoso piropo, en
un trastorno cósmico que recupera las ansias de vivir. Lo dijo Juan Ramón: “¡No corras, ve despacio, /
que adonde tienes que ir es a ti solo!”.
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