El bochornoso espectáculo que nos ofreció ayer por la noche Atresmedia
fue lo más parecido aun combate de lucha libre entre Lambán y Ochoa en el viejo
Salduba a finales de los 50. Ya al
entrar, como llovía en Madrid, Rajoy
caminó desde el coche oficial hasta el final de las escalerillas de la sede de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión
escoltado por dos paraguas, como si entrase bajo palio. Se dieron la mano. Y llegó el debate. Sánchez a la izquierda del espectador,
Rajoy a la derecha. En medio Manuel
Campo Vidal, al que sólo le faltaba la pajarita. Como espectador, entiendo
que si ese rifirrafe se hubiese producido sin color en los aparato de la tele
nos habríamos retrotraído a cualquier otro debate de hace treinta años. Campo
Vidal no moderó nada. Miraba hacia un lado y hacia el otro de la mesa como si
estuviese asistiendo a un partido de tenis. Rajoy acusó a Sánchez de mentir
cuatro veces seguidas en minuto y medio; discusión sobre el rescate a los
bancos y cajas; el sobado tema de las pensiones (las encuestas señalan que los
ciudadanos de más de 65 años se escoran a la derecha a la hora de depositar el
voto), el Fondo de Pensiones que se agota; la necesidad de un pacto educativo
para una generación; el derecho de las mujeres a ser madres; Sánchez acusó a
Rajoy de “no permitir que las mujeres sean madres”; Rajoy, descolocado, le
pidió explicaciones; el golpe bajo de la corrupción; Sánchez le dijo a Rajoy
que no era un político decente: Rajoy, indignado, le llamó “ruiz”, ruin,
mezquino y miserable; el tema catalán: se culpó a Rajoy del aumento de los
independentistas; Sánchez llamó mentiroso a Rajoy cuando éste señalaba que
estábamos a la cabeza del crecimiento de Europa; la “carta de una vecina”; el
malestar por el voto rogado fuera de España, ¿por qué no hicieron una moción de
censura?…., uf, ¡demasiado para el cuerpo! Resultado final: empate técnico. Más
tarde, preguntas a Rivera y a Iglesias y análisis del debate. Hubo un
descanso técnico a mitad del “combate” para poner publicidad. Los líderes de
los dos partidos en liza recibieron consejos de sus asesores. Imagino lo que
les dirían: a Sánchez, “leña al mono que es de goma”; y a Rajoy, “sé fuerte,
Mariano”. La agresividad de Sánchez fue de libro. Parece como si le hubiesen
puesto una inyección de hepal-crudo y
hubiese tomado dos cucharadas soperas de
fercobre fólico. Rajoy, repuchado en
su rincón, aguantó como pudo las acometidas de su contrincante, mientras uno de
sus párpados se le caía como un telón de teatro cada vez que faltaba a la
vedad. El domingo, posiblemente, se
acabará el bipartidismo y las mayorías absolutas. ¿Se abrirá el melón de la
reforma constitucional? Espero que sí.
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