Mal está el puñetazo que un pariente “no directo” de la
mujer de Rajoy le propino a éste en Pontevedra. Un puñetazo con la izquierda
que ha sido repetido por televisión más veces que Verano azul. El presidente del Gobierno no puede ser objeto del pim
pam pum de un niñato maleducado. Desde entonces han corrido ríos de tinta en la
prensa comentando el aparatoso suceso. Y las televisiones una y mil veces la
bochornosa escena repiten. Ya está bien. La democracia no es esto, no es esto.
El presidente está ileso y el menor de edad empapelado. No será necesario
bombardear Pontevedra. Si les digo la verdad, son gajes del oficio: Prim, Canalejas,
Dato, Carrero y otros presidentes corrieron peor suerte. Lo que nadie se
esperaba era que tal puñetazo lo recibiese Rajoy en su tierra natal. Pero, como
digo, por duro que parezca, tampoco se trata de la bomba del Liceo. Se ha
armado un belén periodístico, tal vez exagerado. “El joven que agredió al
presidente –cuenta hoy El País- entrará en un centro de menores”. Y el menor
declaró en la comisaría de Marín. Alegó que le pegó “porque tenía dos sueldos”.
Y el letrado defensor del muchacho cuenta que “sus padres son gente honrada y
trabajadora”. Nadie lo pone en duda. Mañana es día de reflexión. Meditemos.
Rivera (la esperanza blanca de los populares) ha dicho que “España irá peor con
el PSOE y Podemos que con el PP”. Al fin se destapa el catalán. Merkel ya
conoce por boca de Rajoy (que se ha cargado todas las previsiones macroscópicas
al uso) su pronóstico sobre los resultados electorales del próximo domingo, y
Alfonso Guerra cree que los españoles se arrepentirán si fulminan el
bipartidismo. Pero, ¿este tipo no se había jubilado ya? En fin, Rajoy confía en el voto de los
jubilados, que sobrepasan los ocho millones; y en el voto de los conventos, que
parece asegurado. Cuando termine el recuento de votos, esperemos que el
dinosaurio ya no esté allí.
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