Ya pasaron las festividades en algunos pueblos de santa Bárbara, patrona de los artilleros, y
de santa Lucía. Se terminaron las
mascletás, los pitos, las flautas y llenar plazas de toros soltando mítines por
las costuras como agua de fregadera tratando de influir en las voluntades, como
hacía Platanito cuando llenaba las
plazas con corridas nocturnas, con perdón. Queda lo que queda de semana y las
encuestas cambian en horas, como la
Bolsa, donde los poderosos del Ibex 35 están más pendientes de la remontada de Podemos que de la
rara deriva del Bansander. Los sucesos de Kabul están poniendo nervioso al
pusilánime Rajoy, que durante la
siesta le vienen a la cabeza la tragedia de los trenes de Atocha y las mentiras
de Aznar, y se encomienda al ángel
de la guarda de Jorge Fernández Díaz,
de nombre Marcelo, que dice ayudarle
en las pequeñas cosas, como aparcar el coche. A veces vale más estar a bien con
el “gorrilla” que a mal. Y de eso saben mucho los sevillanos. Y es que en las
cosas de la vida, como sucedía en la puta mili, es mejor tener amistad con los
mandos de galones que con los generales. Esos son los, a la postre, los que te
pueden amargar la estancia en el cuartel. ¡Anda, que no me han ayudado veces los bedeles
de organismos oficiales y los celadores de hospitales! De hecho, cuando tuve
afición a los toros, que ya no la tengo, y quería un autógrafo de un maestro de
los ruedos, nunca se me ocurrió acercarme a la puerta de los hoteles y esperar
a que regresaran los toreros de la plaza con el traje de luces ensangrentado y
rodeados de sus subalternos. Lo tenía más sencillo con un amigo sevillano que
actuaba de alguacilillo en el zaragozano ruedo de Pignatelli. Le pedía el favor a él y al día siguiente tenía la foto
dedicacada, o sea. Como decía, Rajoy anda preocupado con lo de Kabul. Eso tiene
mala pinta. ¿Atentaron contra la pensión aneja o contra la Embajada de España?
Deberían decir la verdad. Y ahora, a Rajoy le ha salido el grano en el culo de Gustavo de Arístegui, forzado a dimitir
como embajador con el argumento de que lo hace “para no perjudicar al
Gobierno”. Sólo falta que Pedro Gómez de
la Serna (que
no tiene nada que ver con Ramón, el
autor de las greguerías) se caiga de la lista electoral, donde va de número dos
por Segovia. “Ambos personajes -según cuenta Javier Ruiz, en Vozpópuli-
han cobrado hasta 2,4 millones de euros y tienen pendientes de ingreso otros
2,6 millones por conseguir obra pública en el extranjero a empresas privadas
españolas, es decir, por actuar como comisionistas desde sus cargos públicos”.
Pero hay otros: Vicente Martínez Pujalte,
Federico Trillo, Agustín Conde, Miguel Arias Cañete, Pedro
Morenés… A ellos no se les aplicará el artículo 6 del Código Ético del PP. Como todo tiende a la estratificación, así
pase el tiempo y prescriba. La prescripción, como el confesionario, son la goma
de borrar de todas las fechorías. Lo malo, al menos en política, es que no
existe el examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de enmienda ni
satisfacción de obra.
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