Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad,
cantaba don Hilarión en “La verbena de la Paloma”, aquella zarzuela subtitulada “El boticario y
las chulapas y los celos mal reprimidos”. A mi mente acude el recuerdo de aquellas
gaseosas de sobre El tigre, que llevaban incorporadas instrucciones de uso: “En
un vaso de agua fresca viértase el contenido del sobrecito blanco, después, el sobrecito
de color, dé vueltas con una cucharilla y bébase el contenido cuando suba
la espuma”. Aquellas gaseosas de sobre y
de pobre tenían dos misiones: refrescar y servir de digestivo tras comidas pesadas.
Su fórmula era sencilla: el contenido blanco contenía un gasificante,
bicarbonato sódico, y el de color, un aciculante, que generalmente era ácido
cítrico, que también se utilizaba como impulsor que esponjaba masas batidas
para hornear magdalenas o bizcochos. Existían otras marcas en el mercado: “La
bandera nacional con la Cruz de Santiago”, “Armisén”, “La perdiz”…Todas esas
bebidas de uso casero partían de la idea de un norteamericano, John Matthews,
que en 1832 ideó un aparato para mezclar agua con dióxido de carbono y un saborizante. En 1915,
el valenciano Alejandro Martínez trajo aquella idea a España y fundó la empresa
“Sodas y gaseosas Alejandro Martínez, S.L.” en
Cheste. Y en su pequeña tienda de comestibles vendía “Sodas El Tigre” y “Pepita
Samper”. Con el tiempo les añadió sacarina y, a partir de ahí, se podían
adquirir gaseosas endulzadas y sin endulzar, a gusto del consumidor. En la
década de los 50 la empresa llegó a ocupar a 70 empleados, que realizaban el
trabajo de forma artesanal. En la actualidad, al digitalizar los procesos de
fabricación, la plantilla, hoy en manos del bisnieto del fundador, no pasa de
10 trabajadores pero sus ventas alcanzan los veinte millones de sobrecitos al
año, que mayormente se utilizan en
recetas de repostería. Por asociación de ideas, leo hoy en la prensa los
motivos por los que habría que abandonar el uso de sopas de sobre, por el hecho
de que contienen mucha sal y glucamato monosódico como potenciador de sabor.
Por cierto, los sobres de sopas, como los sobres de aquellas gaseosas que
permanecen en el recuerdo de nuestra infancia, también llevan plasmadas sus instrucciones:
"Vierta el contenido de este sobre en un litro de agua caliente (sin que
llegue a hervir) y lleve a ebullición removiendo al mismo tiempo. Deje cocer a
fuego lento durante cinco minutos removiendo de vez en cuando". Y como si
se tratase de un prodigio, de inmediato tiene el consumidor su sopa de ave con
fideos, aunque de ave contengan esos sobrecitos lo que yo tengo de saltador de
pértiga.
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