Me llena de estupor conocer que la basílica menor de Santa Engracia,
situada en lo más céntrico de Zaragoza, haya introducido el primer cepillo de
pago con tarjeta. Mi asombro no es la causa de que las limosnas puedan entregarse
del modo que el feligrés lo considere oportuno, faltaría más, sino en la “modernidad” y rapidez con la que se adapta la Archidiócesis
a los tiempos modernos en lo referente a la captación de dinero. En este caso,
el clásico cepillo parroquial continua, pero muy cerca de donde éste se
encuentra se ha colocado un datáfono. Y parece ser que tal novedad ya ha sido
contemplada por otros párrocos. En el
caso de Santa Engracia, parece que con esas ayudas se podrá arreglar la fachada
que da a la calle Hernando de Aragón, cuyo coste se aproxima a los 100.000
euros. El funcionamiento del datáfono es muy sencillo, según cuenta el párroco Santiago Aparicio y que hoy refleja Heraldo de Aragón entre sus páginas: “la pantalla permite elegir entre cuatro
cantidades (de 2 a 15 euros) y, una vez se ha seleccionado la
aportación, basta con pasar la tarjeta por el lector. La propia pantalla avisa
de que el pago se ha completado sin problemas. Como son cantidades inferiores a
20 euros, no solicita el código el PIN”. La curia, cuando quiere, sabe adaptarse
con maestría a los tiempos modernos. Jamás da puntada sin hilo. Basta recordar lo
acontecido con la catedral de La Seo. El entonces arzobispo de Zaragoza, Elías Yanes, instó la inscripción del
templo en el Registro de la Propiedad a favor del Arzobispado en 1987 (entonces
tasado en 9’5 millones) poco antes de que se diese inicio a unas obras que
parecieron interminables y que tuvieron un coste de cuatro millones de euros. Por
cierto, la catedral fue inscrita en el Registro como monumento cuando la ley
prohibía taxativamente a la Iglesia Católica anotarse el dominio de edificios
dedicados al culto. Esa finca urbana tiene, según el Registro de la
Propiedad, una superficie de 9.486 metros cuadrados (8.247 de ellos cubiertos)
e incluye dos viviendas, situadas en la calle Deán y en la propia plaza, de 112
y 192 metros que suman seis plantas. El Catastro, no obstante, le
asigna otras dimensiones: 14.905 metros cuadrados de los que 709 son habitables,
aunque exentas de IBI. Pues bien, una vez que el templo fue arreglado con
dinero público, poderlo visitar cuesta cuatro euros a cada ciudadano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario