Me entero por la prensa de que una jueza retira la custodia de su hijo a una mujer con el argumento de que vive “en la Galicia profunda” y se lo entrega a su padre por el hecho de vivir en Marbella, “ciudad cosmopolita” donde existe hospital y colegios. Andrés Trapiello escribía en La Vanguardia el pasado día 6 de octubre, bajo el título “Galicia negra y profunda”, lo siguiente: “Galicia parece haber vivido en un perpetuo Siglo de las Brétemas. Así lo comprobará quien vaya a ver la extraordinaria exposición de fotografías de Cristina García Rodero o mire su estupendo catálogo: cementerios, romerías, curas confesando al aire libre, niñas de primera comunión que parecen haber salido de la sepultura, viejas de luto, mujeres caminando de rodillas, ofrecidas a la Virgen, borrachos de pueblo, bailes de máscaras, procesiones, micciones desvergonzadas...”. Para quien lo desconozca, brétema en lenguaje gallego significa niebla. Así, en “Opúsculos lingüísticos gallegos del siglo XVIII” puede leerse: “A brétema embaza os azures e os ocres das fiestras, a choiva fai frolecer en vermellos, en verdes, en marelos, a vexetazón das pedras”. Pues bien, concluía su artículo Trapiello señalando que “la eternidad española, gallega, es negra y es profunda, metafísica, donde esperan los muertos. Tal fatalidad, qué duda cabe, le deja a uno suspenso, brumoso, sin saber si baja o sube. Va a ser verdad que gallegos, como dicen en Argentina, somos todos”. Hasta el Congreso de los Diputados, donde habita la voluntad popular, ha perdido crédito. Como señala Carmen Martínez Castro hoy en El Debate, “Meritxell Batet ha permitido que el Congreso de los Diputados se haya convertido en el templo de la arbitrariedad y el rencor. Esta semana también ha querido convertirlo en un burladero de impunidad para sus socios de Podemos. En el intento ha dejado para las mulillas su propia imagen y el prestigio de la institución que preside”. Con esa yunta de mulas o de bueyes, mala labranza.
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