jueves, 28 de octubre de 2021

Vuelta a la dieta mediterránea

 


Me entero de que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha anunciado la prohibición de la publicidad dirigida al público infantil de dulces, galletas, helados, bebidas calóricas y resto de productos alimenticios ricos en azúcares y grasas considerados nocivos para la salud por la Organización Mundial de la Salud, y que esa medida se hará por real decreto y se comenzará a  aplicar en 2022. Los niños de ahora, enganchados en las tabletas electrónicas, van a terminar, a este paso, siendo unos viejos prematuros con las arterias del color de las angulas. A mi entender, si nos ponemos exquisitos, todo es nocivo para la salud de una manera o de otra. Lo que de verdad debería preocuparle al ministro de Consumo es que existen muchos niños que se van al colegio sin desayunar, que  la mitad de los productos que se llevan a la boca son ultraprocesados, y que, según un informe de Unicef, aproximadamente el 35% de los chicos de entre 8 y 16 años tiene exceso de peso por su inadecuada alimentación. Es decir, a mayor  tasa de pobreza, mayor riesgo de sufrir sobrepeso. Mal se puede educar el paladar de un niño si siempre le dan para desayunar bollería industrial; para comer, macarrones, y para cenar, frituras. Sin olvidar la pésima calidad de las comidas que se ofrecen en muchos centros escolares servidos por empresas subcontratadas que priman su rentabilidad por encima del servicio que ofrecen. No está mal que el ministro Garzón le preocupe la publicidad de ciertos dulces y bebidas calóricas enfocadas a los niños, pero nada se conseguirá si no se educa antes a sus progenitores, tarea que se me antoja harto dificultosa. El abandono progresivo de la dieta mediterránea (menos calórica) es un hecho. Ha decaído el consumo de frutas y verduras frescas y ha aumentado el consumo de grasas, también el sedentarismo, con el consiguiente sobrepeso.

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