domingo, 31 de octubre de 2021

Zorrilla despidiendo a Larra

 


Nunca entendí la razón  por la que el Día de Todos los Santos se arma el belén automovilístico para llegar a los cementerios para depositar  flores en las tumbas de los difuntos al precio que está la gasolina. Ese día no toca, si considero que el Día de los Difuntos es el 2 de noviembre. También estoy notando que cada día se representa menos en los teatros “Don Juan Tenorio” cada 31 de octubre, obra en verso escrita en solo ocho días por José Zorrilla en 1844 con 27 años. Fue estrenada en el Teatro de la Cruz de Madrid y en principio no tuvo buena acogida. Tuvo sus antecedentes en “El burlador de Sevilla”, de Tirso de Molina y en otros autores posteriores a Tirso, como Molière y Lord Byron. Zorrilla hizo otras dos obras sobre el mismo personaje, la zarzuela “La leyenda de don Juan Tenorio”, descubierta en 1895, y la novela “El Tenorio bordelés”, dos años más tarde y  tras su muerte en 1893. Zorrilla se dio a conocer como poeta en el entierro de Larra con su poema “A la memoria desgraciada del joven literato Don Mariano José de Larra”. Dice: “Ese vago clamor que rasga el viento / es la voz funeral de una campana: / vano remedo del postrer lamento / de un cadáver sombrío y macilento /que en sucio polvo dormirá mañana…”;  la fría tarde del 15 de febrero de 1837. Benito Pérez Galdós, en La Estafeta romántica (tercera serie de los "Episodios Nacionales"), inserta una falsa carta de Miguel de los Santos Álvarez (pues en realidad se debe a Pilar de Loaysa) con el detalle de sus impresiones de aquella lúgubre tarde en primera persona:

“El primer discurso fue de Roca de Togores, que a todos nos conmovió profundamente; no pude contener mis lágrimas. Algo dijo después en prosa el conde de las Navas, y en verso Pepe Díaz. Cuando ya se daba por terminado el acto, rompió el cerco aquel Massard, ¿te acuerdas?, Joaquín Massard, más conocido en Madrid que la ruda [...]. Pues traía de la mano a Pepe Zorrilla, lo que nos sorprendió mucho, pues si sabíamos que éste había hecho unos versos a la muerte de Larra, pensábamos que eran para El Mundo, no para leerlos en el cementerio. A Pepe Zorrilla no le conoces. Vino escapado de Valladolid [...]. Es de la estatura de Hartzenbusch, y con menos carnes; todo espíritu y melenas; un chico que se trae un universo de poesía en la cabeza. Verás: temblando empezó a leer; pero al segundo verso su voz no era ya humana, sino divina... Yo le había oído recitar mil veces; admiraba su voz bien timbrada y dulce; pero aun conocido el órgano, me maravilló la sublime ejecución de aquella tarde. Hace las cadencias de un modo nuevo, con ritmo musical, melódico. Necesitas oírlo para poder apreciarlo... Los versos ya los conocerás; se han divulgado por toda España”.

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