sábado, 30 de octubre de 2021

Melonas

 


En referencia a prohibir la publicidad de los dulces para luchar contra los niños obesos de España, Manuel Bohórquez, en “El Correo de Andalucía”, ofrece al ministro Garzón  enviarle por mensajería una docena de “melonas” de La Puebla del Río, unas cuñas que no engordan mucho y ponen buen color de cara. “A usted [a Garzón]  vendría bien, que tiene más mala jeró que un chino en la noria de Dubai un día después de zamparse un sopeado”. En  La Puebla del Río, como bien señala Bohórquez, existe un obrador de pastelería, el obrador Nuestra Señora del Rocío, al que los vecinos cuyo gentilicio es cigarreros, conocen como “Las Melonas”. El gentilicio “cigarreros” viene de una deformación de la palabra “guijarreros”, por la cantidad de cantos rodados que existen en ese entorno y que se utilizaban para revestir hornos alfareros de tradición fenicia. Las “melonas” de La Puebla del Río son una especie de tartas de unos 400 gramos que consta de pan redondo convertido en bizcocho que se cubre con crema y se corona con una gruesa capa de chocolate; y que, una vez confeccionado, se trocea en porciones. Esa repostería de La Puebla del Río data de 1996 y el nombre de “Las Melonas” viene de un bisabuelo de los hermanos Montero propietarios del obrador (Dori, María José, María Luisa yÁngel) que fue mayoral en una de las fincas del ganadero Eduardo Miura. Una de las biznietas, María José,  contó en 2016 al periodista Miguel Ángel Bello de dónde procedía el curioso nombre de “Las Melonas”: “Un día, le encargaron a su bisabuelo picar a un toro. Tal dinero vio que se ganaba y, encima, lo hacía tan bien, que siguió con ello. Fue así como le dijeron que era capaz de hasta picar un melón”. Bohórquez  utiliza la palabra “jeró” de la jerga romaní, que quiere decir rostro, según el “Diccionario de argot común español”, de Luis Besses y Terrete (1905), que dedicó irónicamente al conde de Romanones, que aquel año visitaba un  agitado Jerez de la Frontera por los braceros sin trabajo, como dejó plasmado Azorín  en sus columnas de El Imparcial reunidas bajo el epígrafe “La Andalucía trágica”.

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