domingo, 10 de octubre de 2021

La segunda venida

 


Corría el verano de 1948 cuando Franco y Juan de Borbón -que se odiaban mutuamente- decidieron a bordo del “Azor” que su hijo Juan Carlos se educase en España. Y lo montaron en el tren “Lusitania Express” en la estación lisboeta de Rossío, conducido por Alfonso Escrivá de Romaní,  conde de Alcubierre, con destino a Villaverde-Orcasitas, una estación entonces habilitada sólo para mercancías, en compañía de un pequeño séquito, un cura y un guardia civil. Franco quiso que aquella comitiva se apeara en esa estación  ferroviaria por disipar posibles entusiasmos monárquicos.  Después de oír misa en Madrid fue trasladado en un coche negro al internado de Las Jarillas, en Colmenar Viejo; una propiedad adquirida por el marqués de Urquijo a principios del siglo XX  y que en la actualidad se alquila para realizar eventos de bodas. (En la foto que aporto aparece  en conde de Alcubierre pidiéndole la venia a Don Juanito, que entonces era un niño de 10 años, para arrancar el tren). Allí le esperaban media docena de estudiantes “de buenas familias” también elegidos por el dictador.  Aquella fue la primera venida a España de Juan Carlos de Borbón, sucesor de Francisco Franco en la Jefatura del Estado a título de rey. Su reinado terminó el 19 de junio de 2014 con la publicación de su abdicación en el BOE. Era la séptica abdicación de un monarca en España. Cuando el convoy  entró en Extremadura, Juan Carlos pisaba por primera vez  España, y así se lo comunicó el duque de Sotomayor. El 3 de agosto de 2020, en plena pandemia de coronavirus, Juan Carlos, que pese a su abdicación en 2014 seguía conservando el título de rey por decisión de las Cortes Generales, manifestaba a su hijo Felipe VI por carta que deseaba “poner tierra de por medio” debido a los escándalos sobre “ciertos acontecimientos pasados” de su vida privada. El Rey emérito había sido aforado con demasiada prisa al perder la inviolabilidad que le concedía la Constitución Española.  Era consciente de que aquella inviolabilidad, hasta que dejó de ser monarca en 2014, impedía que se le pudiese investigar por los hechos ocurridos durante su reinado, pero sí sus posteriores presuntos desaciertos. Y, ahora, cuando ha sido conocedor de que la Fiscalía del Tribunal Supremo iba a “hacer borrón y cuenta nueva”, cuando ya había regularizado dos declaraciones fiscales extraordinarias por “recomendación” de la Agencia Tributaria, y cuando sabía de que no existía imputación judicial alguna en su contra, ha decidido regresar a España en su segunda venida a ser posible antes de final de año desde su actual destino en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos). La primavera pasada fue visitado por la escritora francesa Laurence Debray. Los testimonios aportados por Juan Carlos en el posterior libro “Mi rey destronado” quedó claro que en ese país del Gofo Pérsico “no molesta a la Corona”. Él sabrá, si regresa, en qué casa (que no sea de Patrimonio) se quedará a pupilaje; y, también, si aún quedan “juancarlistas” dispuestos a perdonarle. Este es un país en el que hasta los niños saben que los reyes vienen de Oriente. Nada nuevo bajo el sol.

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