Cofrades, pero selectos
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Leo en un periodico local aragonés de ideología conservadora el acto ceremonial de los nuevos ingresos en la Real Cofradía de Nobles del Portillo de
Zaragoza. Esas cofradías de tipos ociosos con ínfulas de estar en poder de la cuerda de trenzado, que en realidad no sirven para nada
útil, consiguen que me provoque risa como si viese a un burro comiendo higos, y que venga a mi cabeza una conocida frase que se atribuye a Aristófanes, el dramaturgo griego: “La
juventud pasa. La inmadurez se supera, la ignorancia se cura con la educación y
la embriaguez con sobriedad, pero la
estupidez dura para siempre”. Dicen que
se trata la cofradía más antigua de España, con 903 años de historia. Señala
ese diario aragonés que “entre otros invitados, estuvieron presentes el
delegado de Aragón, Navarra y La Rioja de la Orden Constantiniana, Juan Luis Doncel, y el presidente de la
asociación cultural Los Sitios de Zaragoza, Gonzalo Aguado.
Todos los asistentes (de chaqué, naturalmente) participaron en la misa; y, a
continuación, se celebró un cóctel en uno de los salones del Hotel Palafox”. Hombre, en Casa Paricio, en el Coso, hubiese sido un desdoro para esa Cofradía de Nobles. Pues miren, no sé cómo serán los cócteles de ese hotel, pero sí les aseguro que un vermú con sifón acompañado de unos erberechos, servidos por Millán a pie de barra, constituye la expresión de lo inefable. Lo cierto es que esa
Cofradía se fundó el 6 de junio de 1941 a iniciativa de Miguel
de San Cristóbal y García de la Huerta, que habría de ser su primer Hermano Mayor.
Sin embargo, esta cofradía reconoce como sus orígenes una corporación
nobiliaria anterior documentada desde el año 1350. Según la tradición (quiere decirse
que, en rigor, no existen pruebas que lo demuestren) el 25 de
marzo de 1119 la Virgen se apareció
milagrosamente en socorro de los defensores cristianos de Zaragoza, recién
conquistada por Alfonso I el Batallador.
Con la ayuda de sus ángeles, la Virgen defendió el portillo abierto en la
muralla por un ataque de los moros. En recuerdo de esta aparición se erigió en
aquel lugar la ermita y posterior iglesia de Santa María del Portillo, sede capitular de esta cofradía, que se
ha ido nutriendo de las familias más influyentes de Zaragoza. Para ingresaren esa cofradía
era necesario acreditar limpieza de sangre y cristiandad, pero no se exigía
prueba de nobleza. Ahora sí. Obtuvo la
aprobación canónica diocesana el 12 de enero de 1942, y sus ordenanzas vigentes
datan del 26 de mayo de 1955. Celebra capítulo anual el 25 de mayo. Parece ser
que Carlos I regaló a la iglesia del
Portillo una reliquia de santa Águeda
en un intento de favorecer la devoción popular y aumentar las limosnas. El 23
de julio de 1702, el arzobispo de Zaragoza, Antonio Ibáñez de la Riva, colocaba la primera piedra de ese, a mi
criterio, horrendo edificio que a punto estuvo hace unas décadas de ser derribado para
ensanchar la calle, y que en la actualidad guarda los cuerpos de las heroínas
de los Sitios, Agustina Zaragoza, Casta Álvarez y Manuela Sancho. El traslado de los restos de esas mujeres tuvo lugar
el 15 de junio de 1908 en acto presidido por Alfonso XIII. El actual templo, de fachada neoclásica, es el cuarto
que se construyó en el mismo lugar (siglo XIX) al ser el anterior destruido por
los franceses. Pues bien, la actual Real
Cofradía de Nobles del Portillo está presidida por Pedro de Borbón Dos-Sicilias, actual duque de Calabria (tras la muerte de su padre, Carlos de Borbón-Dos Sicilias, infante de España desde 1994, el 5
de octubre de 2015), y bisnieto de Mercedes
de Borbón y Habsburgo-Lorena, hermana mayor del bisabuelo del actual jefe
del Estado. A Pedro de Borbón Dos-Sicilias se le pudo ver recientemente junto al Emérito y Pedro Campos, durante el último viaje a España, en un partido de balonmano de la Liga Asobal, en Pontevedra, en el que Pablo Urdangarín defendía los colores del Barça B.
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