lunes, 2 de mayo de 2022

Dos de mayo

 


En octubre de 1807 comenzaron a entrar soldados franceses en España al mando del general Junot. En Euskadi la acogida fue entusiasta. La firma del Tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807) convertía en legal que las tropas francesas pudiesen entrar en España de camino hacia Portugal. Como consecuencia de ello, fueron apareciendo los ejércitos de Dopont, Concey, de Bessières y de Duhesme campando a sus anchas por Aragón, Cataluña, Valencia y las dos Castillas. Cuando los españoles preguntaban a los oficiales franceses la razón de ese desvío de sus tropas hacia Portugal, éstos contestaban que iban camino de África y nombraban a Ceuta como camino final de la marcha.  Las tropas al mando del general Murat entraban en Madrid el 23 de marzo de 1808. La charlotada llegó el día siguiente, cuando aparecían también por Madrid Fernando VII y su padre, Carlos IV, después de que el padre hubiera abdicado a favor de su hijo. A continuación, padre e hijo fueron obligados a acudir a Bayona para reunirse con Napoleón, donde se produjeron las abdicaciones de Bayona, es decir, que los dos Borbón, padre e hijo, se vieron forzados a ceder la corona a José Bonaparte. Pero antes, Fernando VII le había devuelto la corona a su padre. Y Murat, que se había hecho con el santo y con la peana, decidió que trasladasen también a Bayona la princesa de Etruria, María Luisa y el infante Francisco de Paula que, según Ricardo de la Cierva, (“El triángulo”, Planeta, 1990) tenía los mismos rasgos faciales que Godoy. Madrid era por aquellos días una ciudad que rondaba los 160.000 habitantes, feísima, sucia y con un pésimo empedrado. Fernando Díaz-Plaja (“Dos de mayo de 1808”, Espasa, 1996) nos da una idea clara de cómo estaba la situación: “La artillería de la guardia Imperial se alojaba en El Retiro. La caballería, los Mamelucos y los Lanceros, en el Pósito, al lado de la puerta de Recoletos. Los Fusileros de la Guardia, en el cuartel de la calle de Alcalá. La guaria Imperial de Marina, en el cuartel del Conde-Duque. La división del general Gobert, en los Altos de Leganitos. La del general  Musnier de la Converserie, en el convento de San Francisco el Grande. El batallón de Westfalia, en El Pardo. Los Coraceros, en la Casa de Campo y en los Carabancheles. Y en las inmediatas villas de Fuencarral, Chamartín, Canillas y Canillejas, Vallecas, Villaverde, Getafe y Leganés había otras fuerzas; que, sumadas, pasaban de los cincuenta mil hombres”. Todo ello frente a unos cuantos regimientos infantería (alrededor de 5.000 hombres) mal armados y peor organizados, todos ellos distribuidos por las afueras de Madrid, además de contar con el Parque de Artillería de Monteleón, con 25 cañones de bronce desmontados de calibre regular, además de otros 6 cañones de hierro, unos 10.000 fusiles, 2.000 sables y 2.030 cartuchos para la fusilería. Por lo tanto, la desproporción de fuerzas era evidente. Y tras las refriegas callejeras, y muchas veces el cuerpo a cuerpo, llegaron las detenciones de civiles y los posteriores fusilamientos en los desmontes de Príncipe Pío, reflejados en la pintura de Goya. Pero la chispa de la rebeldía había  encendido en Zaragoza, en Gerona, en Lérida, en Sevilla… La  princesa consorte de Etruria (territorio creado sobre el antiguo Gran Ducado de Toscana), hermana de Fernando VII, regente desde 1801 hasta 1807 y duquesa soberana de Lucca desde 1814 hasta 1824, murió ese mismo año de cáncer y su cuerpo fue enterrado en el Monasterio de El Escorial, aunque sus entrañas reposan en el monasterio de las clarisas de de Lucca. Francisco de Paula, hijo menor de  Carlos IV y María Luisa de Parma,  tataranieto de Luis XV de Francia y suegro de Isabel II, falleció en Madrid el 13 de agosto de 1865. Está enterrado en El Escorial. Uno de sus hijos, Enrique de Borbón, murió en duelo a pistola en la Escuela Nacional de Tiro de la Dehesa de Carabanchel contra Antonio de Orleans, el 12 de marzo de 1870. La hija de Antonio de Orleans y de Luisa Fernanda de Borbón, María de las Mercedes, se casaría con su primo carnal, Alfonso XII. El día de su boda (23 de enero de 1878) hizo el trayecto Aranjuez-Madrid en el tren de la fresa. Fue la única reina consorte en ir al altar en ferrocarril.

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