En su día, la obra más polémica de Zaragoza fue en
tiempos del socialista González Triviño,
que llegó a la Alcaldía no por méritos propios sino por la muerte de Ramón Sainz de Varanda. Y no me estoy refiriendo a los
adefesios urbanos, que se prodigaron por todo el centro como la mala hierba, sino al Auditorio,
sobre el que el entonces concejal de Urbanismo, Luis García-Nieto, señaló a los medios que “no iba a costar un duro
a los zaragozanos”. Por fortuna, pese a que costó a las arcas municipales 6.700
millones de pesetas, aquella “aventura” no salió mal. Hoy reconozco que los
zaragozanos pueden disfrutar de uno de los mejores auditorios de Europa. Su inauguración
oficial tuvo lugar el 5 de octubre de 1994, con un programa que incluía los 'Cantos de pleamar' del turolense Antón García Abril y la 'Novena sinfonía' de Beethoven. Han pasado 28 años desde
entonces. Ahora nos encontramos inmersos en otra “aventura” política que llevaba en su programa
político el populista Jorge Azcón si
ganaba las elecciones municipales su partido. Se presentó y ganó, pese a que se
vio obligado a tener que administrar el Ayuntamiento con la ayuda de otros
grupos de la derecha. Azcón se había propuesto construir un nuevo estadio de fútbol
para el Real Zaragoza, hoy en manos de una sociedad americana, en momentos
difíciles para el club, al verse incapaz de poder remontar su salida del bache
de Segunda División. Azcón, conocida su demagogia, era consciente de que el
zaragozano quiere por encima de todas las cosas “pan y circo”, es decir, poder
tener trabajo aunque sea en precario y disfrutar dos semanas al mes del equipo
de su afición, que últimamente solo conoce el empate o la derrota. Ahora el
dilema gravita en que nadie sabe a ciencia cierta, tampoco Azcón, en qué
terrenos podría construirse; o sea, si buscar un lugar con espacio suficiente
para campo y aparcamientos, o ampliar el estadio ya existente. Tampoco los
zaragozanos conocemos planos con el proyecto a ejecutar ni el coste final que
tendrá ese capricho infantiloide de un alcalde que desde su llegada al
Ayuntamiento ha apostado más por los fastos que por la eficacia. Y la pregunta
que muchos zaragozanos nos hacemos es la siguiente: ¿Merece la pena despilfarrar
un dinero público, hasta ahora desconocido, para hacer un estadio donde se
juegan partidos de noventa minutos dos veces al mes por un equipo de Segunda?
Que alguien me lo explique.
*
N. del A.: A la hora y media de terminar este chat me entero de que el Real Zaragoza se salva in extremis del descenso a Segunda B, al ganar el Almería a la Real Sociedad B; es decir, que el Real Zaragoza se salva de un posible descenso de categoría por méritos ajenos.
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