viernes, 6 de mayo de 2022

Sobre nuestra forma de ser

 


Existe un pequeño relato de Camilo José Cela que me entusiasma. Apenas tiene tres página  y media de un libro de bolsillo (Austral) pero en él  esta exprimida la esencia de la España cañí y que, aunque no lo indica su autor, situó por los años 40 del siglo pasado. Cela conocía bien la Sierra de Guadarrama (aunque tampoco la nombra) ya que estuvo en un hospital antituberculoso en su mocedad, donde escribió “Pabellón de reposo” además de otros relatos relacionados con aquel triste periplo de su vida. El relato al que ahora hago referencia, “Baile en la plaza”, se desarrolla en uno de esos pueblos de la Sierra (que tampoco cita cuál) pero que intuyo que bien podría tratarse de Moralzarzal, puesto que uno de los mozos le dice a su pareja de baile que él es “de un pueblo más abajo, de Collado”, con lo que yo entiendo que se trata de Collado-Villlalba. Por otro lado, el torero que esa tarde ha sido herido de gravedad en la plaza por asta de toro, Horchatero Chico, era de Colmenar, que yo supongo que se refiere a Colmenar Viejo. Pues bien, siguiendo el relato, tras la corrida de toros, los mozos bailan en la plaza del pueblo al son de diversos pasodobles, mientras que Horchatero Chico se debate entre la vida y la muerte con una cornada en la barriga. Dice Cela: “Horchatero Chico, vestido de luces y moribundo, está echado sobre un jergón en el salón de sesiones del ayuntamiento. Le rodean sus peones y un cura viejo; el médico dijo que volvería”. Se va haciendo la noche, el baile continúa y “dos carteristas venidos de la capital operan sobre los mirones de una partida de correlativa en el café Madrileño”. Para quien lo desconozca, la correlativa es una variante de juego de dominó también llamada garrafina. Y algo después, Cela relata que “sobre el sordo rumor del baile, casi a compás del pasodoble ‘Pan y toros’, las campanas de la parroquia doblan a muerto sin que nadie las oiga”. El torero acababa de morir ante la total indiferencia de los vecinos y forasteros, mientras “un murciélago vuela, entontecido, a ras de los toldos de lona de los puestos y de las barracas”. Es difícil, a mi entender, comprimir nuestra forma de ser en tan pocas líneas.

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