viernes, 10 de junio de 2022

Cameos

 


No piense usted, amigo lector, que es sencillo hacer un cameo en una película. El actor por un rato debe ir siempre en consonancia con el personaje que representa. Por ejemplo, Cela en “La colmena” lo hizo bien, sentándose en una mesa de café y dándole vida a Matías Martí, inventor de palabras  y asiduo al Café La Delicia gobernado por doña Rosa, por cierto, sacado de un personaje de “El gallego y su cuadrilla”. El Café La Delicia era, en realidad, el café Europeo, ubicado en la madrileña glorieta de Bilbao esquina a Carranza, donde Cela compuso gran parte de su novela. Ese café tenía numerosas tertulias entre sus divanes de peluche rojo y grandes espejos, con mostrador en el centro y el fondo con una escalera de caracol que daba acceso a los lavabos y a otras salas superiores. Era propiedad de tres hermanas, pero la mayor de ellas, Consuelo, se encargaba del negocio y, al parecer, tenía mal carácter. Un día de 1949 desapareció aquel café para convertirse en una entidad bancaria. Por sus alrededores vagabundeó años atrás Juan Simarro González, más conocido como el “ciego Simarro”, personaje que se hizo muy popular en todo Madrid por ir siempre ataviado de levita y sombrero de copa. Un día de 1912, tras haber tenido serios encontronazos con la Justicia, desapareció de las calles madrileñas y se sabe de él que, tras haber estado merodeando por muchos pueblos de Levante,  en 1924  marchó a Barcelona, viviendo de la caridad que los suscriptores del periódico La Vanguardia donaban para repartir entre los pobres. Sobe él dejó escrito Mariano de Cavia a principios del siglo XX  que “es el hombre más consecuentemente enchisterado que había en los Madriles”. En los años 30 se le perdió la pista. Como decía al principio, hacer un cameo no es fácil. Para hacer de malo tiene uno que tener cara de malo; para hacer de guardia civil se debe llevar frondoso bigote y permanecer en escena muy serio, como si fueses a pedirle al director “los papeles” o a conducirle al cuartelillo sin mayor trámite; y para hacer de cura hay que tener ese aspecto que solo se consigue meritando en los seminarios durante muchos años. El que hace un cameo no suele aparecer en los créditos, como sucede con los extras. Pero en las películas aparece en sus fotogramas, que es lo que cuenta. Alfred Hitchcock, que a mí me conste, hizo treinta y nueve cameos en las más de sus cincuenta películas que dirigió a lo largo de su carrera. A veces solo aparecía de espaldas o escondido entre la multitud un instante. Pero en sus films quedó su impronta para siempre.

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