domingo, 19 de junio de 2022

La "muerte" del Torico

 

Cuando son ya pasadas la nueve de la noche del domingo 19, todo parece indicar que el PP alcanzará la mayoría absoluta en Andalucía si consigue los 55 y, de esa manera, no tendrá que pactar con Vox, que de momento sube 3 escaños. El PSOE se queda de momento como estaba, o sea, con 33 escaños- Son datos prematuros, pero ya se sabe por dónde va la tendencia. Lo de Teruel podría haber sido gravísimo de haberse caído la basa que sostiene al Torico de haberle puesto el pañuelo como es costumbre durante las próximas fiestas de la Vaquilla. Tiene grandes desperfectos. Las causas de ese suceso están todavía por determinar. Según leo en Diario de Teruel, “el incidente que ha causado todo se ha producido a primeras horas de esta mañana cuando unos operarios retiraban unas cuerdas que estaban sujetas a la columna que sustenta el Torico y a algunos balcones de la plaza como acción decorativa con motivo de la celebración en la ciudad del Congreso Nacional del Toro de Cuerda que se acaba de clausurar. En ese mismo diario, Ángel Portolés, que ha presentado en Estercuel su primer poemario publicado (“De la soledad a la luz”), ha señalado que “si eres estricto con las reglas de métrica y rima acabas coartando la expresividad de la poesía”. Pues no sé, pero la métrica tiene sus reglas. Estoy de acuerdo con que la poesía puede ser libre mientras se mantenga un ritmo. Los versos, que a mí me coste, tienen métrica y sinalefas, pueden ser de arte mayor o menor, etcétera. Pero si Ángel Portolés entiende que no hay que ser estricto con las reglas de la métrica, nunca podrá hacer un soneto o una silva, con versos endecasílabos, heptasílabos de rima asonante los pares (caso de Bécquer y sus silvas arromanzadas), o de Pedro Salinas, que tiene una silva en verso blanco o sin rima de versos de 7 y once sílabas. En resumidas cuentas, Si Ángel Portolés no desea que se coarte  la expresividad de sus poemas por culpa de tener que atenerse a unas normas establecidas en su ortodoxia, puede dedicarse al relato e incluso aspirar al prestigioso premio “Teruel”, que a mí “me lo debieron conceder por equivocación” allá por los 80, según me comentó un día José Luis Aranguren Egozkue, compañero que era entonces en las tareas de ABC Aragón. Los miembros de aquel jurado, presidido por Ana María Navales, debieron suponer que mi relato en cuestión era salido de la pluma de un escritor del otro lado del Charco, o sea, iberoamericano, por algunas expresiones que utilizaba en el desarrollo de “Aquel verano, entre el tío el fagot y el árbol de las genealogías”. Aprovecho para decir que yo nunca he escrito poesía. La “expresión de lo inefable”, que dijera Juan Ramón, he de reconocer que me supera. Y a estas alturas de la vida, como es natural, evito hacer el ridículo escribiendo eso de nemoroso, algente, astrífero, undívago, sitibundo, procela, alígero… Esas cosas las dejo para los vates de nuevo cuño y  para aquellos que carecen de rigor lógico.

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