martes, 21 de junio de 2022

El soldadito de plomo

 


Hoy me entero por la prensa de que al Torico, que acaba de caerse de su basa en Teruel, le faltan las dos patas de atrás. Es lo que tiene el bronce, que, cuando recibe un  fuerte golpe  se rompe, como sucede con las campanas. ¡Pues menos mal que ese desaguisado lo hicieron empleados del Ayuntamiento! Me ha venido a la cabeza por asociación de ideas la vieja canción “La cucaracha”, que tenía una versión española que comenzaba así:: “De las patillas de un moro/ tengo que hacer una escoba,/ para que barra el cuartel/ la infantería española”. Pues bien, el caso es que llegó a Méjico y que la mención más antigua aparece en 1819  en la novela “La Quijota y su prima“, de de José Joaquín Fernández de Lizardi. Con anterioridad, en 1812, había fundado el periódico liberal El Pensador Mexicano, suspendido por el gobierno de Fernando VII. De nada le sirvió que años antes, en 1808,  hubiese compuesto su  Polaca en honor de nuestro católico monarca, el señor don Fernando Séptimo”. Cayó en desgracia más tarde, cuando se opuso a la monarquía y abrazó aires independentistas, apoyando la revuelta del cura Hidalgo y la causa de José María Morelos. En el caso del Torico, ha dicho la alcaldesa de Teruel que estará reparada en menos de una semana. Pero no ha tenido en cuenta que para llevar a cabo ese arreglo necesita la aprobación de Patrimonio, según  ha declarado la directora general de Patrimonio Cultural del Gobierno  autonómico, Marisancho Menjón. El Torico, de autor desconocido (pesa 54 kilos y tiene 45 centímetros)  está enclavado en el centro de una fuente sobre una columna de siete metros de cota.  Fue situado sobre esa pilastra el 11 de noviembre de 1855, sustituyendo otra escultura del siglo XVI. En la parte baja de esa fuente hay cuatro cabezas de toro que vomitan agua. Durante la Guerra Civil el Torico fue desmontado y custodiado por  Felipe Gómez-Cordobés Barberá, en evitación de poder ser destruido por las bombas durante los ataques aéreos. Es curioso cómo el becerro siempre fue objeto de culto. En la Biblia se cuenta (Éxodo32: 1-35) cuando Moisés, todavía en la montaña, fue avisado por Jehová para que bajase. Ya in situ  pudo comprobar  que los israelitas estaban adorando a un becerro de oro hecho por Aarón. Aquellos israelitas acababan de inventar un nuevo dios “que les sacó de Egipto”. Cuentan que alguien, transportando el Torico roto y sin  las dos patas traseras, se lo llevaba llorando entre sus brazos como si se tratase de un bebé. Me recordó el cuento “El soldadito de plomo”, de Hans Christian Andersen, cuando al caer la noche el soldadito cobra vida y baila sobre una sola pierna. No cabe duda de que el exceso de calor sufrido días pasados ha hecho mella en la capacidad de discernimiento de algunos turolenses. Si no es así, no se explica.

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