martes, 28 de junio de 2022

El olor de la derecha

 


Dice hoy  Alfonso Ussía en El debate que antes de ayer se convocaron en Madrid dos manifestaciones, una en contra del aborto, o sea, la duchada; la otra, en contra de la OTAN, es decir, “ con el sudor, la suciedad y la estética del comunismo del siglo pasado”. Ese es un país  raro, donde los forenses acaban pareciéndose a los cadáveres, y donde cada vez que el Papa suministra la bendición “urbi et orbi” se aliña la ensalada de lechuga sin tener que utilizar el convoy. Este es un país, digo, donde sucedió que un matrimonio acudió al despacho de un notario para arreglar los papeles de una herencia.  El notario les comentó que, por una serie de circunstancias, deberían volver a su despacho al día siguiente a primera hora. El marido hizo una aprobación con la cabeza, pero su esposa, en un mar de dudas, le preguntó al notario si al día siguiente deberían ir en ayunas. Este es un país paradójico, donde en la esquina de mi calle grita “iguales para hoy” cada mañana una señorita invidente de nombre Mariluz. Ussía, que presume de ser nieto de Pedro Muñoz Seca, fusilado en Paracuellos de Jarama, también es sobrino de Jaime Milans del Bosch, uno de los militares de más alta graduación que organizó y ejecutó el intento de golpe de Estado contra la democracia el 23 de febrero de 1981. Ussía, digo, está convencido de que La Montaña se rinde a sus pies por el hecho de vivir en Cantabria, (como él dice: “de soltera, provincia de Santander”). Respecto a una de las dos manifestaciones del pasado domingo en Madrid, a Ussía solo le ha faltado decir que los manifestantes tenían rabo y pezuñas; y que, a su paso, dejaban en el asfalto cagarrutas, esas pequeñas bolitas oscuras que deja el ganado lanar  en su manso caminar esparcidas entre el polvo de las cañadas. Ha quedado claro que Ussía se lustra en bañera blanca con sales aromáticas, relajantes y coloridas,  y que los que no piensan como él se baldean solo de vez en cuando y por partes en la fregadera de la cocina con jabón de tajo; o como hacen los gatos, nunca, ya que odian el agua por dos motivos: uno, porque su pelaje no es impermeable y sienten frío, y dos, porque mojados pesan más a la hora de escapar de su posible depredador. Se cuenta que Antonio Machado llevaba los trajes llenos de lamparones, pero ello en nada influyó para que fuese un gran poeta. El hábito no hace al monje. Ussía está achacoso aunque siga ahuecado como un pavo, como esas ancianas cupletistas de las que ya nadie se acuerda y que caminan lentas por las calles céntricas de la gran urbe a las doce de la mañana con la esperanza de que alguien las reconozca. Todo muy triste.

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