lunes, 6 de junio de 2022

Cuando lo aprendido se olvida...


 Un día, hace ya tiempo, dejé de utilizar el pantalón  de “mil rayas” y desde entonces sólo uso pantalones gris marengo, de verano o de invierno, con calcetines finos de algodón y zapatos de color negro. También suprimí de mi armario las camisas de manga corta. No me parecen elegantes. Si hace calor, a la camisa le doy dos vueltas de puño y listo. En lo que respecta a camisas, las prefiero de un solo color o con rayas finas, a ser posible azules, y nunca ajustadas al cuerpo. Las camisas deben ser de corte clásico, holgadas y a ser posible sin bolsillo en la parte superior izquierda, como llevan los mormones. Jamás he salido a la calle con bermudas, o con chándal, ni he pisado una acera calzando esas chanclas que cuando caminas parece que aplaudes con los pies, ni tampoco me he quitado nunca la americana ni la he colgado en el respaldo de la silla durante una comida de celebración, por mucho calor que hiciese en el interior del refectorio. Hay cosas simples que ayudan a mejorar la convivencia. Y para conseguir la buena convivencia lo mejor es procurar no molestar y pasar desapercibido. La educación (no me refiero a la de los colegios de frailes, más centrados en el adoctrinamiento) y ahí es donde quería llegar con mis divagaciones, se conoce por el saber estar en cada momento y vestir sin llamar la atención. Verbigracia: a mí me molesta ese tipo que circula en taparrabos y chancletas, que vocifera en la terraza del chiringuito playero, que te envía el asqueroso humo de su “farias” y que permite que sus hijos molesten a otros vecinos de mesa como si eso fuese normal. A mí me molesta, también, aquel que tutea al camarero y el que se ríe del africano vendedor de baratijas. Son pobres pero no tontos. En los proyectos educativos globales de la enseñanza pública, por fortuna, no solo se practica la educación sino el aprendizaje en sus diferentes etapas y la enseñanza de los valores de convivencia democrática. Siempre hay un por qué de las cosas. Arquímedes, con su famoso principio, trató de dar respuesta a un rey desconfiado que deseaba saber si su corona era solo de oro o se trataba de una mezcolanza  de aleaciones de diversos metales. Según Plutarco, así lo cuenta en “Vidas paralelas”, Arquímedes estaba emparentado con el tirano de Siracusa Hierón II, perfectamente descrito por Teócrito en el decimosexto “Libro de los idilios”. Un adolescente, y a eso voy, siempre intenta poder comprender el mundo de los mayores, pero si sus progenitores son unos impresentables, al faltar la necesaria sinergia entre colegio y casa, la labor docente será insuficiente, estará coja. Decía Frederic Skinner, padre del conductismo operante, que “la educación es lo que sobrevive cuando lo aprendido ha sido olvidado”. La educación es, a fin de cuentas, como un marchamo indeleble que perdura.

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