domingo, 26 de junio de 2022

Los negocios hay que conocerlos

 

El psicólogo especializado en análisis de tendencias Carles Armengol, en el diario  El País, al referirse a la hostelería señala que “un hostelero sin experiencia es como un  coche sin conductor”. Y se pegunta: ¿Por qué a la gente le da por abrir bares y restaurantes? Muchas personas piensan que al llevar toda su vida frecuentando tascas y chiringuitos, son capaces de ponerse detrás de una barra a dirigir el timón”. Por otro lado, “un camarero que tenga como líder a una persona que desconoce los entresijos de la profesión, que no sonríe y evita el contacto visual, que vuelve a la barra sin aprovechar el viaje limpiando una mesa sucia, y que no tiene dotes comerciales para conseguir que sus clientes sigan bebiendo y comiendo aunque no tengan sed ni hambre, es imposible que aprenda el oficio”. Se comenta que faltan camareros. Sí, cierto, y sobran tiranos que saben cuando abren la persiana pero nunca cuando la cierran y que pagan en nómina como “ayudante de camarero” a alguien que lleva muchos años portando una bandeja y conociendo su profesión. Todo depende de ese cliente ocioso y plasta que no termina de marcharse. Al tirano que regenta un bar le trae al fresco si el camarero tiene familia, o cómo se las arregla para tener una mínima conciliación familiar. Solo le interesa que suene el timbre de la caja registradora. Así, mal vamos. Este es un país donde cualquiera que se quedaba en paro se hacía con un bar de barrio en traspaso, ponía a su mujer en la cocina para hacer fritangas y él se dedicaba a charlar con los clientes de barra aunque no los conociese, mientras sus hijos pequeños corrían entre las mesas o se quedaban solos en casa haciendo las tareas del colegio. Pero eso solo se explica hoy en las aldeas perdidas en el mapa, donde el bar es el segundo cuarto de estar de los vecinos, donde se les permite jugar a las cartas, levantar el tono de voz, tirar las servilletas al suelo, siempre obligados a escuchar el desagradable sonsonete de las máquinas tragaperras,  a tomar un café infame, a ver impasible cómo colocan sobre el mostrador tapas sin la correspondiente vitrina protectora, y cómo sirven a los clientes botellines de cerveza sin el acompañamiento del correspondiente vaso. Y lo que es peor, si lo pides respetuosamente te toman por raro. Los negocios hay que conocerlos, o dedicarse a otra cosa.

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