martes, 7 de marzo de 2023

El bombero-torero

 


Entiendo que un político debe ser ejemplo para la ciudadanía. Leo en la prensa local algo que concierne al concejal socialista Ignacio Magaña, en su día expulsado de ese partido político por unos presuntos delitos de violencia de género de los que más tarde fue absuelto y readmitido en el PSOE dada su inocencia. Cierto es que el artículo 384 del Código Penal castiga la acción de conducir un vehículo de motor o ciclomotor sin permiso de conducción, por pérdida de vigencia por haber perdido todos los puntos, por no haberlo obtenido nunca o por haber sido privado de él por decisión judicial. Esa misma prensa local señala hoy que, en junio de 2000, el concejal Magaña fue multado con  1.900 euros y la pérdida de los últimos cuatro puntos que le quedaban vigentes por conducir sin seguro obligatorio y velocidad excesiva. Pero hay cosas peores que intentan pasar más desapercibidas al ciudadano por tratarse de algo relacionado directamente con la DGT. Así, el pasado domingo, 5 de marzo, se estrelló cerca de Robledo de Chavela (Madrid) un helicóptero Pegasus, de la DGT, cuyo piloto resultó ileso y el copiloto, herido leve. Más tarde el piloto fue detenido por haber dado positivo en cocaína y anfetaminas, pero que un juez del Juzgado Número 3 de San Lorenzo de El Escorial decretó su libertad provisional. Para aquel que no lo sepa, cada hora en el aire de uno de esos helicópteros tiene un coste para el contribuyente de aproximadamente 1.500 euros. No circulan por Canarias ni Baleares ni actúan en Cataluña el País Vasco por falta de competencias, y allí donde vuelan no pueden multar por la noche al no disponer sus cámaras de visión infrarroja. Visto lo visto, ni el asunto del concejal Magaña  es tan serio, ni el piloto del helicóptero (localizado horas después en una vivienda de su propiedad en Villanueva del Pardillo y que era un bombero de la Comunidad de Madrid en excedencia) mereció, a mi entender, ser puesto en libertad. No se debe controlar el tráfico rodado por parte del alguien que pilota un helicóptero de la DGT presuntamente drogado, que estrella el aparato al intentar aterrizar y que se refugia en una casa que posee en un pueblo de la Sierra de Guadarrama. Hay cosas tan absurdas en la España carpetovetónica que nunca las hubiese llevado a cabo ni Pablo Celis Cuevas, más conocido como el bombero-torero, en plaza de tercera sin enfermería.

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