jueves, 23 de marzo de 2023

El tiovivo infernal

 

Leo  hoy con sumo interés el artículo de Ramón Pérez-Maura, en El Debate, donde  hace referencia  a Álvaro Pombo y su reciente libro “Santander, 1936”. Pérez-Maura aprovecha el libro de Pombo para contar lo siguiente: “…el barco prisión «Alfonso Pérez», un barco de mi familia que fue incautado con ese propósito. El Alfonso Pérez Sanjurjo que da el nombre al barco era un primo hermano de mi abuelo Ramiro Pérez Herrera y a Alfonso le dieron «el paseíllo» en Torrelodones. En el «Alfonso Pérez» se fusiló/asesinó a 156 prisioneros en las bodegas del barco, disparando desde las escotillas superiores. Una masacre. Múltiples otros prisioneros (sic) fueron heridos. Fue el 27 de diciembre de 1936, después de que la aviación alemana bombardeara Santander”. Todo lo sucedido en aquel barco-prisión quedó perfectamente relatado en un libro,”A bordo del Alfonso Pérez”, escrito por Ramón Bustamante y Quijano y que conservo como un tesoro de inestimable valor, donde estuvieron de “inquilinos”, entre otros muchos ciudadanos, mi abuelo materno José Antonio Martínez Ortíz y su hermano Juanito, mi tío-abuelo y padre de Juan José Martínez Zato, que tuvieron la suerte de poder  ser liberados días antes de la masacre. Según Pérez-Maura, en aquel barco se asesinó a 156 prisioneros. Discrepo. En la lista completa realizada por Fernando de la Lama Ruiz-Escajadillo en su libro “Mártires de la Montaña”,  en otra de José Joaquín Mazorra Septién, y en una tercera de El Diario Montañés (de 28 de septiembre de 1938), la relación de asesinados en el barco-prisión “Alfonso Pérez” es de 171 fallecidos en aquel malhadado 27 de diciembre de 1936, donde se incluyen los tres ciudadanos que fueron sacados para ser fusilados en Ciriego y otros tres que murieron en el sollado de aquel buque de 8.000 toneladas, anclado en principio en el fondeadero de los Mártires y más tarde en la dársena de Maliaño, en la parte del muelle de la Junta de Obras del Puerto. Aquel barco, primero llamado “War Chief”, botado el 19 de agosto de 1918 (con manga de 16 m. y eslora de 125 m.) fue adquirido y cambió de bandera en 1920, por Ángel Pérez para su compañía naviera Pérez y Cía por 316.476 libras esterlinas. El vapor, finalmente llamado “Cantabria” (1937-38), fue hundido por el crucero auxiliar “Nadir” a 12 millas náuticas de la costa de Norfolk el 2 de noviembre de 1938, estando entonces al mando del capitán Argüelles. Alfonso Pérez Sanjurjo, que dio nombre al triste barco, fue fusilado en Torrelodones el 18 de agosto de 1936. Queda claro que la matanza del barco-prisión “Alfonso Pérez” fue una represalia por los bombardeos alemanes del día anterior, que produjo muchas víctimas y daños colaterales. El historiador José Manuel Puente, autor de “Una ciudad bajo las bombas. Bombardeos y refugios antiaéreos en el Santander republicano (julio 1936-agosto 1937)” (Torrelavega: Librucos, 2014) cuenta que cuando los aviones atacaron la ciudad murieron muchos niños y que fueron las mujeres, arrebatadas, con cuchillos boniteros, las que gritaban: “! Al barco, al barco!”.  Con el colapso de la prisión provincial se había decidió trasladar al buque a centenares de reclusos políticos. Pero las represalias por bombardeos también se reprodujeron en otros lugares: Mahón, tras una incursión aérea que dejó siete muertos se asaltó el barco- prisión “Atlante” con el resultado de 75 muertos; en Bilbao, donde una multitud enfurecida tras el bombardeo de los días 3 y 4 de enero de 1937, que causaron cinco víctimas, y el posterior asaltó la cárcel de Larrinaga, asesinaron a 55 internos, etcétera. Es lo que se conoce como “acción- reacción”. No  demos más vueltas en ese carrusel infernal que no conducen a ningún sitio. Es lo que tienen las guerras civiles, donde casi todos salieron perdiendo, sobre todo los demócratas que siguen teniendo parientes en las cunetas y descampados, que ni perdonan el golpe de Estado de unos militares africanistas a los que más tarde dieron sus nombres a calles y plazas, ni olvidan tanto dolor posterior causado por aquellos malnacidos que se alzaron con el santo y con la peana y, por qué no decirlo, de aquella Iglesia católica que aplaudió con las orejas el triunfo de Franco imponiendo una enfermiza moral, de unas monjas que robaron niños en los hospitales con impunidad y alevosía, y de aquellos políticos que todavía -como fue el caso de Mariano Rajoy- se congratulaban ya en pleno siglo XXI de no haber dado un euro de los PGE para poder aplicar la Ley de Memoria Democrática con la dignidad necesaria mientras fue presidente del Gobierno. El esperpento valleinclanesco visto con la segunda moción de censura contra  Sánchez por parte de VOX, proponiendo a un aspirante de 90 años, Ramón Tamames, que antes fuese militante del Partido Comunista y que no llevaba en su cartera ni un boceto de proyecto alternativo, da idea de cómo anda el aceite del candil de una ultraderecha que irradia olor a naftalina y alcanfor en los escaños de los 52 diputados que, por desgracia, nos representan. Y la otra derecha, la del PP que preside un Núñez Feijóo, ausente en el debate (en el "gallinero" de invitados, claro) como don Tancredo, se abstuvo por si las moscas, o sea, por si un día gobernaran y necesitasen aplicar la fórmula de Alfonso Fernández Mañueco para el logro de sus propósitos. Todo muy triste.

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