lunes, 9 de diciembre de 2024

El señor de Bembibre

 

 


Aclaro que no voy a hacer referencia alguna a la obra de Enrique Gil Carrasco, publicada en 1844. Pero aprovecho para señalar que conservo la primera edición ilustrada (1960)  de la “Biblioteca Clásica Ebro”, dirigida por J.M. Blecua con prólogo de Ildefonso Manuel Gil, una breve reducción de texto, donde se suprimieron algunos capítulos por ajustes al volumen tipo de la añorada  colección “Clásicos Ebro”, aunque se extractaron sin menoscabo de su trama argumental.  Hoy lunes, 9 de diciembre, he querido amenizar mi artículo con un dibujo de Amable Arias Yebra (1927-1984), bembibrense de nación y uno de los mayores artistas que ha dado El Bierzo en el siglo XX. Me entero por Diario de León, que dirige con maestría Joaquín S.Torné, de que la que fuese su pareja, Maru Rizo, ha donado al Ayuntamiento de Bembibre  muchos cuadros de ese autor con la esperanza de que Casa Villarejo pueda transformarse en el 'Museo de El Bierzo'. La infancia de Amable Arias fue triste por las carencias económicas propias de la posguerra, por haber tenido un padre maltratador que no tardó en abandonarles y por un dramático accidente que sufrió Amable en Bembibre de niño, que le tuvo postrado toda la adolescencia y le dejó graves secuelas de por vida. El 6 de diciembre de 1936 sufrió un accidente en la estación de ferrocarril, lugar de juegos, cuando un vagón en vía muerta impulsado por los compañeros de travesuras, aplastó a Amable contra un muro. Se rompió la pelvis y le afectó a la uretra. Aquel irresponsable padre no vio necesidad de que fuese atendido, pero su tío  Dionisio, más sensato, le trasladó a León en su taxi. Amable sufrió una docena de operaciones hasta los 14 años. Mejoró un  poco a partir de 1951, cuando la familia consiguió algo de penicilina comprada de estraperlo. Pero la lesión en el aparato urinario le produjo una enfermedad irreversible renal, y la fractura de pelvis y la inmovilidad durante esos años fueron causa de una cojera que le obligó a utilizar muletas toda su vida. Su madre, Pilar Yebra, a los 14 años dejó su casa y pasó a vivir para atender a su tío sacerdote en Molinaseca. Su padre, José Arias, regentó ‘El mesón de Rosalina’ hasta 1932, cuando tuvo que ser vendido  para pagar las deudas contraídas por el padre ludópata. Amable se refugió en la literatura y la pintura como vía de escape a tanta amargura contenida. Pasó casi toda su vida en San Sebastián y en 1962 fue presidente de la Asociación Artística de Guipúzcoa. Formó parte del Grupo Gaur, creado en 1966 e integrado por los pintores y escultores más representativos en aquel momento: Basterrechea, Chillida, Mendiburu, Oteiza, Ruiz Balerdi… Por aquellos años, Amable se concentró en la llamada “Pintura de la Gota”, proceso reductor en el que descompone la materia por medio de pequeños toques. Pero, además de estar concentrado en la pintura (oleo y papel), desarrolló una importante labor literaria (ensayos, cuentos, críticas, etcétera). Murió en San Sebastián el 29 de febrero de 1984  de un coma urémico por fracaso renal. Tenía cincuenta y cinco años.

 

No hay comentarios: