Quedarnos con la copla
Leo hoy en El País que los carritos de food
trucks ‘sembrados’ por las calles de
Nueva York, y así lo cuenta ese diario, “constituyen una industria que genera
una media de casi medio millón de dólares en ganancias por carrito en la ciudad
y mueve 2.400 millones de dólares al año en Estados Unidos, según el informe
anual de Ibis World. Su margen de beneficios supera al de los restaurantes y,
pese a las condiciones no tan favorables del trabajador, sí ofrece mejores
sueldos que la hostelería tradicional”. Hasta aquí la noticia. Vistas las cifras
que genera ese negocio, no entiendo cómo en España no hacemos algo parecido.
Con un carrito de mano y un empleado despachando perritos calientes, ¡se acabo
la miseria! Claro, para conseguir ese éxito comercial es necesario que la
ciudad en cuestión tenga más de ocho millones de habitantes, que haya
un enjambre de oficinas y despachos, que los empleados que trabajen en ellas
tengan por costumbre tomar un ligero tentempié a mediodía y hacer un desayuno y
una sola comida, ambos de fundamento, a las siete de la tarde. El español no
está acostumbrado a llevar ese ritmo de vida. Por estos pagos se desayuna algo
ligero sobre las 7 de la mañana, se toma un bocadillo acompañado de una cerveza
4 horas más tarde, se comen dos platos y postre cerca de las 3, se merienda
algo sobre las 6 y se cena al filo de las 10 de la noche, mientras nos explican
por televisión la presunta última trama
corrupta, o las matanzas llevadas a cabo por los israelíes en Gaza para que nos
ayuden a conciliar el sueño. Aquí, por otro lado, no se estilan los carritos
que ofertan perritos calientes a cualquier hora del día sino las barracas que
venden churros, o sea, ‘calentitos’, como dicen los sevillanos. Y que a mí me conste,
los churreros no recudan medio millón de euros al año. Vamos, eso no sucede ni
con la cuarta parte de las casi 3 millones de pymes existentes. Entre impuestos
del Estado, pagos a la Seguridad Social, tasas municipales y otras cuestiones
de difícil manejo no queda en limpio ni para saber qué será del negocio dentro
de un mes. Hemos apostado por la hostelería en sus diversas formas, por el
turismo de masas y por chapurrear inglés sin conocer bien el castellano, sin darnos cuenta de que el éxito de
los negocios no consiste en tener más comedores, más cocineros que se creen catedráticos, más camareros mal pagados y
más fiestas nocturnas para distraer a base de musiquillas ratoneras cutres a ese contingente sobrevenido, sino en
tomar nota de lo que acontece en otras partes del mundo con menos esfuerzo y
mejores resultados. De la misma manera que para ser peluquero solo se requiere disponer de unas tijerillas, un peine y una silla, con las cosas de comer, con las que no se debe jugar ni hacer trampas, solo es necesario tener hambre y poder echar algo a la oficina de las tripas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario