lunes, 10 de marzo de 2025

Don Quijote de la Manchuria

 

Dejó escrito Julio Camba en un artículo que se titulaba ‘Turismo y colonización’ que “los ingleses siempre iban en bandadas por el mundo, mirándolo todo con un absoluto desprecio”. “Resulta -decía Camba- que lo que pasa es que el inglés desprecia el mundo como inglés, y el español lo desprecia como Fulano de Tal. El orgullo del inglés es colectivo, mientras que el del español es individual”. Por eso sucede que España, pese a ser madre de 22 naciones, no logra que nuestro idioma se asiente por el mundo con el valor que merece. Está casi perdido por completo en Filipinas y en lo que un día fuese Protectorado de Marruecos. Para Camba, “la colonización inglesa ha sido, ante todo una colonización de carácter turístico. Un inglés llegaba a un pueblo cualquiera, y, a la larga, como el pueblo no podía absorber al inglés, ocurría fatalmente una de estas dos cosas: que o lo eliminaba o el inglés se absorbía al pueblo”. Pero sucede que  la masiva llegada de turistas a España fue causa de que aprender inglés fuese de cultura general y la mejor carta de presentación que puede tener un camarero. Los colegios se hicieron bilingües y aquel francés de los libros del  "Método ‘Perrier’  de nuestro Bachillerato (Plan del 57) quedó relegado casi al olvido. Hoy si no sabes inglés, eres casi un paria; y si no dominas el manejo de los ordenadores con soltura, un analfabeto funcional. Se cuenta que, cierta ocasión, Ortega  tuvo un  desencuentro dialéctico con  Madariaga por razones ideológicas. La cuestión era que Madariaga defendía un  planteamiento marcando que hablaba cinco idiomas. La respuesta de Ortega fue corta, pero contundente: “Eso sólo quiere decir que don Salvador es tonto en cinco idiomas”. Salvador de Madariaga, a mi entender, de tonto no tuvo un pelo. Fue diplomático, escritor y ministro en 1934 de Instrucción Pública y Bellas Artes, diputado a Cortes por la Organización Republicana Autónoma Gallega, trabajó en la Sociedad de Naciones como jefe de personal de la Sección de Desarme y más tarde representó a la República como embajador en Washington y París, así  como delegado español ante la Asamblea de Naciones. Al finalizar la guerra civil participó en la creación de la Alianza Democrática Española (ADE), dirigida por el coronel Segismundo Casado, que se había rebelado contra Negrín y los comunistas en las últimas semanas de la guerra civil. Pero ello no quita que fuese jactancioso y pedante, como lo demostró publicando un artículo en el ‘Corriere de la Sera’  con ocasión de la muerte de Pío Baroja, donde trato de disminuir sus méritos como escritor. Tampoco salió bien parado Madariaga en su intento por evitar en 1934 desde la Sociedad de Naciones una contienda entre China y Japón por Manchuria. El 18 de septiembre de 1931 se produjo una explosión en un punto en el que los japoneses estaban trabajando en la construcción del ferrocarril. La voladura (organizada por los propios japoneses) provocó las protestas de Japón, que acusó a los chinos de haber organizado un ataque. Acusados falsamente, los chinos negaron su autoría, pero la pugna desencadenó una crisis internacional. Finalmente, los japoneses acabaron invadiendo Manchuria y creando el Estado títere de Manchukuo. La Sociedad de Naciones, incapaz de contener el conflicto, se limitó a condenar a Japón como Estado agresor. Esto no gustó nada a Madariaga, que trató por todos los medios de defender la paz e integridad de esa región integrada en su totalidad dentro de China. Tanto fue así que Madariaga terminó siendo conocido como Don Quijote de la Manchuria.

 

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