En “La libertad del espíritu”, Paul Valery señala que “hoy las cosas van muy rápido, las reputaciones se crean velozmente y se desvanecen del mismo modo. No se hace nada estable, pues nada se hace para lo estable”. Esa frase lapidaria debería servir de epitafio en la tumba de ciertos políticos que creyeron estar en posesión de la verdad y no dudaron en sacrificar muchas esperanzas de sus conciudadanos (de aquellos que un día les votaron y en los que pusieron todas sus complacencias) por mantenerse en el poder aunque fuese pactando con el Ángel Caído. En política todo es pasajero, pero las consecuencias de los actos de los gobernantes permanecen. Por ello, los políticos de todos los bandos deberían acudir a sus escaños provistos del equipaje de mano, por si en un momento dado decidiesen marcharse al Grupo Mixto, o al andén de una estación para salir tarifando. Señalaba la actriz María Hervás (24.05.19) en El Español algo que se me quedó grabado: “La corrupción del contrato social del Neoliberalismo promete seguridad a cambio de despolitización. Asistimos, en consecuencia, al ‘entierro de las voluntades’, al sepelio de la humanidad. Y cuando no queda humano, reflotan imágenes inertes fingiendo actitudes vitales, ‘personas-marca’ que asocian los píxeles de sus rostros a productos que necesitan ser vendidos. Un fetichismo comercial de la cultura que erige líderes según los potenciales compradores. Es la causalidad followers-poder”. Lo cierto es que los neoliberales norteamericanos y su cohorte de mamelucos adinerados han convertido la política en un teatrillo fascistoide de rancio abolengo. Hervás, también, recordaba una escena de ‘Ricardo III ‘, de Shakespeare, donde se dice: “Desde que cualquier estúpido puede ser noble, todos los nobles se han vuelto estúpidos”, o sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario