Sobre garbanzos

Leo hoy en elDiario.es que “La
Taberna La Cruzada”, referente madrileño de la comida castiza, es el lugar
favorito de Felipe VI, donde suele comer
cocido madrileño. Decía Gregorio Marañón
que el cocido salvó en España más vidas que la penicilina. Sabido es que la
Unión Europea siembra alrededor de 75.000 hectáreas de garbanzos cada año y que
nuestro país aporta el 70% de esa producción. Según Tito Livio, los soldados de Asdrúbal
(siglo III a. C.) ya cultivaban garbanzos mientras construían Cartagena. Pero
su cultivo es anterior. Se remonta al siglo I a.C. y Columela lo describe en
sus “Doce Libros de la Agricultura”
de la siguiente manera: “EI garbanzo que
llaman arietino y también otro de distinto género que se llama púnico, se
pueden sembrar en todo el mes de marzo en terreno de la mayor fertilidad y en
tiempo húmedo ". Algunos viajeros románticos europeos, cuando el hecho
de venir a España se consideraba todavía una aventura peligrosa, cuando los bandidos
cenaban en las posadas y desvalijaban diligencias en los caminos, se asombraban
de que en todas las casas españolas, y durante todos los días del año, se comía
al mediodía puchero de garbanzos. Así lo señalaron, entre otros viajeros, José María Blanco White en sus “Cartas de España” (‘Sevilla, 1801’ y ‘Madrid, 1807’); Próspero Merimée (1830) donde Granada
le inspiró su obra musical “Carmen”; y
Teófilo Gautier (1840) en su “Viaje
por España”. Gautier describía nuestro país como “un enclave exótico, con paisajes y habitantes más próximos de Oriente,
que vivían anclados en un modo de vida casi medieval”. Tampoco deberíamos olvidar a George Borrow, que llegó a la Península Ibérica (1943) con la intención de convertir a
los católicos españoles al protestantismo mediante la venta de biblias; ni a Alejandro
Dumas, Gustave Doré, Chopin acompañado de George Sand en Mallorca en 1838…, la lista
es larga. Pero a lo que iba. En España existen cinco grandes tipos de
garbanzos: blanco lechoso, castellano, Predosillano,
chamad y venoso andaluz.
De todos ellos me quedaría con el castellano, a ser posible de Fuentesaúco
(Zamora) de pico curvo y tono
amarillento cuando está seco; y con el Pedrosillano (Salamanca), más pequeño y
casi esférico. Pero además del cocido madrileño existen otros: cocido
extremeño; pote asturiano (con alubias
en vez de garbanzos); cocido andaluz, cocido montañés (también con alubias), su
variante cántabra del valle de Liébana, conocido como cocido lebaniego (con
garbanzos); cocido maragato, tradicional de León (se sirve al revés); escudella y carne de olla (con butifarra,
la pilota (un tipo de albóndiga y los
galets (pasta en forma de caracola)
en la sopa sustituyendo a los fideos); olla gitana (típica de Murcia y Almería);
y el cocido de Lalín, que se toma en Galicia antes de Carnaval. Es necesario aclarar
que el cocido es diferente al puchero. El primero lleva embutidos fuertes y suculentas carnes; el
segundo, el segundo, ingredientes más ligeros. Se decía que los romanos fueron
muy críticos con los garbanzos por ir en contra de los cartagineses, sus
eternos enemigos. Tanto fue así que en las comedias romanas aparecía
siempre un personaje habitual, el pultafagónides, que servía para reírse de los cartaginenses y
matar al público de risa. Decía Julio Camba
en “La casa de Lúculo”
(1929) que los romanos “miraban así a
ese histriónico personaje como hoy miramos en las ferias al hombre que se traga
los batracios vivos o al que se introduce en el esófago teas encendidas”, y
Gautier mantenía que “los garbanzos sonaban en nuestros vientres como perdigones sobre
panderetas”. Ý el cocinero Ángel Muro,
en “El Practicón” (1894) dejó constancia
escrita de que: “con el garbanzo –sólo el garbanzo- se puede alimentar un
hombre, pero a este hombre no hay que pedirle que trabaje material o
intelectualmente lo que trabajaría otro hombre que comiera carne. (…) Con los
garbanzos no se va a ninguna parte, ni llegaremos nunca a feliz términos los
españoles que no modifiquemos los usos del manjar”. Por terminar, Manuel Vilabella, en su “Guía gastronómica de
Asturias”, hacía la siguiente referencia
al ‘pedete
garbancil’ comparado con el producido por
las fabes: “Es el pedo fabadino cantarín, espontáneo y
liberal, mientras que el que se basa en el garbanzo es retorcido y poco noble;
torvo y malencarado”. No sé. Como escribió
Pirandello: “Así es, si así os parece”.
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