miércoles, 30 de abril de 2025

Sonderklasse

 

 

Es mansa la noche cuando entra en un  punto de imposible retorno. Ese instante fatal en el que a toda la crápula le pasma el miedo de que el sol no vuelva a salir por donde acostumbra. Esa hora perfumada, indefinida tal vez, en la que los gatos urbanos evitan hacer ruido sobre los tejados del Casco Viejo con edificios apuntalados, solares llenos de inmundicias y ejércitos de ratas escurriendo el bulto de un borracho crónico que intenta matar a escupitajos a una luna llena vestida con su más escotado y brillante traje de lentejuelas. De “Sonderklasse” sale un olor a clase media. En su interior permanecen los supersticiosos del infarto que son conscientes de cuándo les tocará, mientras las mozas, maduritas como membrillos, se mueven de un lado para el otro de una barra de acero inoxidable buscando al tonto que les pague un cóctel amargo, casi purgante, con un toque de angostura. En el viejo piano “Stela & Bernaregui”, don Ciriaco mueve los dedos con soltura sobre las amarillentas teclas interpretando ‘Take Five’’.

    --Anda, Ciriaco, intenta una zamacueca--, le grita un tipo con pinta de fanfarrón saliendo del váter y subiéndose la cremallera de la bragueta.

Pero don Ciriaco no se inmuta. Sus dedos sobre las teclas semejan cascos de caballos salvajes. Una chica rubia y pálida le pide a la camarera un zumo de guarapo pilé. La camarera, de gafas y cuerpo apretado, le sirve el zumo solicitado y le deja una uña postiza dentro del vaso a modo de guinda. Un edil de no sé qué, cliente habitual de ‘Sonderklasse’, intenta convencer a su acompañante de la importancia que el transporte colectivo tiene para la ciudad. El sonido de una sirena de ambulancia moviendo tabas rompe el misterio de las sombras y una fina lluvia comienza a caer con mansedumbre. El relente de la amanecida todo lo devora.

 

martes, 29 de abril de 2025

Con la venia

 


 

Leo en la rancia prensa aragonesa, la que más altares tiene, algo que me llena de estupor. Señala con movimiento de incensario, el negocio es el negocio,  que “el Ayuntamiento de Zaragoza aplicará la inteligencia artificial (IA) para aligerar trabajo a los funcionarios”. A mi entender, la IA, que así la llaman ahora los que saben de estas cosas, debería servir, si acaso, para iluminar el cerebro de la alcaldesa Chueca y  conseguir en la medida de lo posible que se aplique en mejorar los barrios, que la limpieza se note, que las escuelas públicas tengan mejor servicio de comedor, que la policía municipal esté a algo más que poner multas y que se deje de pamplinas, es decir, de jornadas goyescas, de ayudar con dinero público al mantenimiento en cuestiones de Tauromaquia por exigencias de Vox, en folclorismos absurdos y en gastos escandalosos como es el caso del campo de fútbol de la Romareda y el estadio modular. ¿Qué significa aligerar el trabajo de los funcionarios? ¿Acaso están abatidos en sus despachos por un excesivo trabajo acumulado y no dan más de sí en el ejercicio de sus funciones? ¿Fue necesario su viaje a China? ¿Y el del próximo mes de mayo a Estados Unidos para reunirse con los responsables de Google y Microsoft y participar en una misión comercial en Miami?  El objetivo de esa misión allende los mares -sigue señalando la prensa-  en la que también participará el consejero de Economía, Carlos Gimeno, “consiste en fortalecer los lazos de Zaragoza con diversas instituciones y empresas locales, así como el fomento del intercambio cultural y económico”. ¿Acaso los norteamericanos saben dónde se encuentra  Zaragoza dentro del mapa? Turner, vicepresidente de Google, visitó nuestra Ciudad el pasado 5 de noviembre para vender a Chueca la moto, es decir, “para presentar una colaboración con el Consistorio relacionada con la IA, cuyo primer proyecto estaría basado en el análisis de los tejados de la ciudad, con el objetivo de radiografiar en 3D las mejores zonas y lograr una mayor eficiencia en el aprovechamiento de la energía solar”. Y tras visitar California, la alcaldesa se desplazará hasta Miami (o sea, de la costa oeste a la costa este) en un periplo comercial “en el que se llevará a cabo una ronda de contactos empresariales en relación con el turismo, la tecnología, las energías renovables y la logística”. A esta mujer multidisciplinar habría que hacerla de inmediato (cuando gobierne nuestros destinos patrios Núñez Feijóo, por supuesto) superministra de Asuntos Exteriores,  de Fomento, de Turismo y de los Grandes Expresos Europeos, todos ellos fusionados en una sola cartera, en una cartera como las de los carteros, como se hizo con Justicia e Interior  durante el cuarto mandato de Felipe González, siendo su titular Juan Alberto Belloch. A la alcaldesa Chueca, además, deberíamos erigirle un monumento por suscripción popular, con la siguiente inscripción tallada en granito: “A Natalia Chueca, de este pueblo agradecido que te adora y que de tu amor  favor implora.  Zaragoza, MMXXV”. Qué menos.

 

domingo, 27 de abril de 2025

Otros "Episodios Nacionales"

 

 

Primero fue  Pérez Galdós, el de la estatua de la glorieta de El Retiro madrileño, el que nos descubrió la historia novelada del siglo XIX. Más tarde, Ricardo de la Cierva, el fugaz ministro de Cultura que más supo saborear el despachito oficial, el que nos adentró en la maraña sicológica del franquismo, y el que también nos contó  a lo largo de tres tomos (Planeta) la vida ardorosa de Isabel II. Entre ambos,  Camilo J. Cela, con su “San Camilo  36” nos contó a su manera lo que aconteció en Madrid en los días comprendidos entre el asesinato del teniente Castillo y la toma del cuartel de la Montaña. La historia reciente de España es una espiral de intrigas y de sangre, y a todos nos ha quedado el ‘estigma’ de aquella ‘pasión’ que comenzó en una tarde de verano. Este es un país de lapsus inexplicables preñados de paradojas absurdas. Así, el BOE (antes ‘Gaceta de Madrid’), que durante más de trescientos años fue el ‘catón’ de los edictos, las leyes y las derogaciones, se olvidó el jueves 20 de noviembre de 1975, pese a ir orlado de luto, de hacer un comunicado oficial de la muerte de Franco. Lo mismo puede decirse de la despedida del Consejo de Regencia. Y por si ello fuese poco, en el número 282 del BOE, correspondiente al día 24 de noviembre de 1975 (primer ejemplar publicado desde la proclamación de Juan Carlos de Borbón en las entonces llamadas ‘Cortes Españolas’) apareció entre las disposiciones más destacadas una “Orden por la que se determina la normativa y los trámites que hay que cumplirse en las operaciones efectuadas al amparo del Régimen de Tráfico de Perfeccionamiento Activo”, o sea, sobre tráfico aduanero. Pero no hay la menor mención al Borbón que la derecha ya había motejado como el “Rey breve”, y cuya jura había tenido lugar 36 horas antes. Pero el lapsus de mayor duración histórica fue al término de la Guerra Civil, cuando el régimen victorioso no se molestó en derogar la Constitución de la II República. Ya lo dijo José Bergamín: “Las revoluciones son breves, las contrarrevoluciones, largas; tanto  más largas cuanto más intensas hayan sido las revoluciones provocadas”. La síntesis cronológica señala que en 124 años (desde las Cortes de Cádiz  de 1812 hasta julio de 1936) hubo en España tres abdicaciones y renuncias al trono; tres destronamientos y expulsión de regentes; diez constituciones (incluidas las Leyes Fundamentales (entre 1942 y 1966); y diez revoluciones y golpes de Estado. Como dijo aquel baturro de Bárboles: “De lo poco que nos queda no falta de nada”.

 

sábado, 26 de abril de 2025

Allegro bárbaro

 

 

Las viejas heridas de nuestros pueblos aragoneses siguen abiertas. Cualquier viejo reloj de torre parroquial, estirada y fálica, parece que se hubiese detenido en un medio rural lleno de abandono, habitado por unos ancianos que se van del mundo  con más pena que gloria y donde el ladrido de los perros resuena en sus sinuosas callejuelas como el disparo de un mosquetón entre montañas. Muchos vecinos huyeron a la ciudad con los ‘Planes de Estabilización’. Eran los primeros desertores del terruño que prefirieron cambiar la pana por el mono,  el canto del gorrión por el sonido de la máquina de troquelar, la luna por el neón y la boina por el casco protector. Más tarde llegó el paro, la falta de recursos y el deseo de regresar al lugar de partida. Y ya era tarde para volver al terruño con las manos vacías y unas ojeras como las de la Lirio. Pero en el pueblo, los últimos que quedaban, seguían destripando terrones, esquilando ganado, visitando la cantina llena de moscas convertida en cuarto de estar común, para entre vasos de vino peleón y cafés poder quedarse absortos frente a una infamen televisión con tropecientos mil canales, en los que políticos de pacotilla, o tertulianos que pareciese que lo supieran todo, analizaban la situación española con desparpajo y seguridad, como si se hubiesen aprendido de memoria el “Libro gordo de Petete”. Hay muchos pueblos así en nuestra geografía donde desaparecieron las escuelas por falta de niños, donde los viejos que aún permanecen se asfixian de aburrimiento, y donde quedan  algunas mujeres entradas en años que no tienen ganas de quitarse el luto y sienten una mala gana persistente en los huecos de sus costillas flotantes. Ya no van a las eras a aventar el trigo, ni a los lavaderos públicos a lavar ropa, ni a la fuente con cántaros para acarrear agua de boca… Se quedan en casa haciendo sus labores, miran a la calle por las rendijas de las persianas por si apareciese en la plaza la furgoneta del panadero proveedor, acuden a misa los domingos cuando llega un cura que lleva tres pueblos y se desplaza con un “velomotor’, y van  a la parroquia entre semana a aprender a hacer manualidades. Y mientras barren su trozo de calle ‘cogen capazos’  con sus vecinas y comentan entre ellas lo mal que llevan sus dolencias imaginarias y la poca atención que les presta el médico, un señor casi septuagenario, que aparece un día a la semana en su utilitario, les mira la tensión arterial y las ausculta con un vetusto fonendoscopio alemán ‘Sanoquell’  donde solo se escucha sonido de caracolas.

 

viernes, 25 de abril de 2025

Armas contra los malos

 

Se dice por ahí que las pistolas “Ramón” destinadas a la Guardia Civil y compradas a Israel fallan como escopetas de feria, que tienen el cargador de plástico, que si éste, el cargador, se cae al suelo se rompe, etcétera.  Me ha venido a la memoria el corrido mexicano de Rosita, donde se cuenta que, el día que la mataron, Rosita estaba de suerte. De seis tiros que le dieron, solo uno era de muerte. No sé. Aquí lo que hace falta son menos pistolas y más bibliotecas, menos fastos y más eficacia. Las pistolas no deben ser  instrumentos para matar sino para controlar. Desenfundar un arma debería ser la última instancia, cuando ya se hubiesen agotado todos los recursos de persuasión contra los malos, que antes de ser malos eran buenos y se volvieron malos degenerando, como cuentan de aquel gobernador civil de Huelva, Joaquín Miranda González, que fue presidente en una corrida de toros  y que después de haber sido rehiletero de la cuadrilla de Belmonte llegó ocupar el palco de honor y sacar los pañuelos de diversos colores para que procediesen los  alguacilillos a acatar su órdenes. Belmonte fue un torero que se refugiaba en la lectura y en ella se refugió cuando decidió en cierta ocasión no torear en Madrid, ya vestido de luces, para poder seguir leyendo “El Sr. Bergeret”, de Anatole France. Aquel Joaquín Miranda, trianero y malo de solemnidad, llegó a ser consejero nacional de Falange,  procurador en Cortes y a presidir la Patronal sevillana de la Construcción.  Murió arruinado en 1961. Hubo otro, ese sí era torero, que llego a ser gobernador civil: Luís Mazzantini, natural de Elgóibar e hijo  de un  ingeniero italiano y de una mujer vasca. Se enroló en el séquito de Amadeo de Saboya en calidad de secretario suyo y, tras la abdicación de aquel breve rey,  tuvo que ganarse la vida como pudo, y entre los efímeros oficios que ejerció figura el de ferroviario en la estación toledana de Santa Olaya. Lagartijo le dio la alternativa en Madrid, en 1884. Llegó a matar más de 3.000 toros y a cobrar 6.000 pesetas por corrida. A partir de 1905, ya retirado de los ruedos, se dedicó a la política. Le disputó a  Francisco Largo Caballero una concejalía en el Ayuntamiento de Madrid, ganándole las elecciones. Más tarde fue comisario de Policía, diputado provincial y gobernador civil de Guadalajara y Ávila entre los años 1919 y 1920. Murió en Madrid en 1926. Belmonte, que siempre potaba una pistolilla, se suicidó de un disparo en Sevilla en la atardecida del 8 de abril de 1962, a punto de cumplir 70 años. Dicen que le había impresionado mucho ver a su gran amigo Julio Camba en el hospital lleno de tubos. Él no quería morir así. La  mañana del día de su suicidio visitó a amor otoñal, Enriqueta López Lora, en la avenida de la República Argentina, en el barrio de Los Remedios. Le dejó varios regalos: un portacalcetines de oro, un bolígrafo para el frac, un sobre con dinero, una pitillera de oro y varias fotografías dedicadas. Por eso entiendo que las pistolas habría que cargarlas con balas de fogueo para evitar males mayores. Así, si alguien llegase a morir sería de risa.

 

miércoles, 23 de abril de 2025

Adelantos

 

 

El mismo año en que debutase Carmen García, la Trianera, en el ‘Café Filarmónico’ de Sevilla, nació en Munébrega, diócesis de Tarazona, don Gustavo Puchades y Suero de Quiñones. A don Gustavo se le deben, entre otros notables inventos que ahora no hacen al caso, el labrado de vidrio merced al ácido fluorhídrico. Don Gustavo se limitaba a atender con una exquisita corrección a todos cuantos acudían a él para hablar sobre su arte. Aquellas buenas gentes solo conocían el noble arte de labrar la tierra y las facultades de aquel ilustre hijo del pueblo para labrar el cristal les producía a todos una mezcla de orgullo y espanto. En cierta ocasión, a requerimiento de mosén Simpliciano, don Gustavo no tuvo inconveniente en explicar a aquellos que quisieran escucharle su método utilizado. Aprovechando la concurrencia a unos ejercicios espirituales, don Gustavo comenzó su charla de un modo llano para que todos pudiesen entenderle:

 --En cámaras de mucha ventilación, y mejor aún, en vitrinas con chimenea de buen tiro, para precaverse de la acción deletérea de los vapores operantes…,-- etcétera.

Mosén Simpliciano interrumpió a don Gustavo y le pidió que llevase a cabo un ejemplo práctico y que, a poder ser, labrase unos versos de su magín y en alejandrinos monorrimos en el vidrio de la lamparilla del altar mayor. Don Gustavo, como no podía ser de otra manera, no puso objeción alguna al empeño del sacerdote. La fórmula era simple, a base de agua, fluoruro cálcico, ácido clorhídrico y sulfato sódico. Hizo una plantilla con el siguiente lema: “Señor, ven por estos andurriales”, que barnizó con esencia de trementina y  embadurnó con betún judaico y almáciga. Pero a mosén Simpliciano no le agradó que se hiciera uso del betún judaico. Pero al tener que reconocer la necesidad de utilizar ese producto, se santiguó tres veces y dio su consentimiento a regañadientes. Por aquel tiempo, Alfonso XIII tenía ocho años y el ferrocarril del MZA pasaba echando humo y silbando por la fértil vega de Terrear desde hacía treinta. Era una época de adelantos que a nadie molestaba. Aquel año, 1894, la reina regente María Cristina de  Habsburgo-Lorena encargaba al jesuita jerezano Luis Coloma un bonito cuento para su hijo al que se le había caído el primer diente. Así nació “Ratoncito Pérez”, un roedor imaginario que vivía dentro de una lata de galletas en la ‘confitería Prast’, en el número 8 de la calle Arenal de Madrid. También ese año Ramón Casas hizo la obra pictórica “Flores deshojadas”, que presentó en la Exposición General de Bellas Artes de Barcelona. La obra causó un gran escándalo y no encontró comprador, por lo que acabó por regalársela a su amigo el músico Isaac Albéniz.

 

martes, 22 de abril de 2025

Resurrección

 

No es necesario que me recordéis  a todas horas que el camino vale más que la posada. Sin embargo, imaginad una carpa circense, con unos espectadores muy separados de la pista, donde un liliputiense domador, en un  alarde de valentía, controla con el chasquido de la tralla a unos tigres que resultan ser gatos, y que éstos, los gatos, terminan comiéndose al domador. Imaginad una dama distinguida repartiendo prendas de abrigo a los pobres, que a todas las prendas les falta un trozo de espalda y que esa señora lo justifica señalando a los inopes que  con esos retales hace trajes para los niños de la inclusa. Imaginad a un tipo que celebra todos sus aniversarios sacando en una copa de cristal agua del charco donde se refleja la luna. Imaginad a un indeseable patrono pidiendo sumisión a los obreros a cambio de darles un sueldo de hambre. Imaginad a Estrellita Castro, que en paz descanse, penetrando en una destartalada pensión sevillana e intentando corresponder al portero de noche con la sonrisa de una estrella de cine que usa “Lux”. Imaginad a un escritor queriendo meter el folio blanco en la parte trasera de un tricornio acharolado de guardiacivil. Imaginad el Pilar pintado de fucsia el día del orgullo gay. Imaginad a las estrellas de mar subiendo al cielo. Imaginad a los policías locales montados en caballos de cartón durante la procesión del Corpus. Imaginad a la ocurrente alcaldesa Chueca portando un farol lleno de barquillos y gritando  “¡al rico parisién!” a los peatones de la calle Alfonso. La realidad supera a la ficción. No hay nada tan expresivo como el gesto de un niño al que se le ha roto un globo, o como una ráfaga de claridad en un atardecer morado. Quién es mezquino para imaginar merecería trabajar a destajo para el mezquino patrón que no tiene ni idea del significado de la palabra empresario. Decía un conocido mío, y decía bien, que cuando nada se entiende ni se espera, cuando nada se pide encendiendo velas pilaristas, podremos hablar de resurrección. Aquí sobran “estrellas Michelín” y faltan tipos como Pardo de Santayana que inauguren fuentes pueblerinas. En este país todo gira en torno a los santos milagreros, al olor de caries de porteras, al agua y al aguachirle. Tenemos la obsesión de que se nos ha estropeado el catalejo y solo llegamos a adivinar la oscuridad y el misterio. Pasamos de las fiestas patronales a los gorigoris y tenebrarios, y de la bulla popular  al silencio mudo, como la cosa más normal. Y en lo religioso, del Nacimiento a la Crucifixión, y del turrón y el cava a las torrijas y el zurracapote con solo tres meses de diferencia. Carecemos de la templanza del término medio. Ya lo dijo Manuel Alvar: “Nos movemos entre una leyenda blanca absolutamente necia y una leyenda negra absolutamente malvada”.