De la misma manera que los castellanos, en su cerrazón, clarean los montes de lobos, pensando que esos cánidos se los van a comer con patatas fritas como si se tratase de la abuela de Caperucita, o del oso a don Favila, yo necesito cada cierto tiempo hacer hueco en las
estanterías para colocar nuevos libros y desechar aquellos que tiene una letra
muy pequeña y me cansan a la hora de leer o releer, o son untostón insufrible, que de todo hay. Hoy cualquiera escribe un
libro y se lo edita de su bolsillo. Lo malo es cuando te lo regalan en un arranque de egolatría; y que, cuando
te dispongas a leerlo, no pases de la quinta página. Mi casa, como digo, es chica
y algo he de hacer aunque con mucho dolor de corazón. Hay dos cosas que siempre
pido a amigos o allegados: una, que no me regalen libros; otra, que no me
regalen corbatas, por mucho que sean símbolo de elegancia y que yo las use a
diario desde mi adolescencia. Llegaron de Francia en el siglo XVII, durante el reinado deLuis XIII por los mercenarios
croatas. Ellos la llamaban 'hrvatska'.Se
trataba de una prenda a modo de pañuelo con la que se protegían las gargantas del
frío. Fue a partir de 1924 cuando adquirió la forma estandarizada que todos
conocemos.Jesse Langsdorf, encontró una manera
de cortar la corbata con el menor desperdicio posible de tela, trazando un
ángulo de 45 grados en la trayectoria del dibujo. Además, la seda no la cortó
en una sola pieza, sino en tres, que se cosían.Patentó ese forma de hacer corbatas, más anchas y más estrechas, y más
tarde vendió su patente en todo el mundo. Pero hoy no deseaba hablar de
corbatas. Tampoco de lobos ni de libros, sino de falta de espacio para mantener
mi biblioteca con una cierta dignidad. ¡Qué le vamos a hacer!
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