martes, 22 de abril de 2025

Resurrección

 

No es necesario que me recordéis  a todas horas que el camino vale más que la posada. Sin embargo, imaginad una carpa circense, con unos espectadores muy separados de la pista, donde un liliputiense domador, en un  alarde de valentía, controla con el chasquido de la tralla a unos tigres que resultan ser gatos, y que éstos, los gatos, terminan comiéndose al domador. Imaginad una dama distinguida repartiendo prendas de abrigo a los pobres, que a todas las prendas les falta un trozo de espalda y que esa señora lo justifica señalando a los inopes que  con esos retales hace trajes para los niños de la inclusa. Imaginad a un tipo que celebra todos sus aniversarios sacando en una copa de cristal agua del charco donde se refleja la luna. Imaginad a un indeseable patrono pidiendo sumisión a los obreros a cambio de darles un sueldo de hambre. Imaginad a Estrellita Castro, que en paz descanse, penetrando en una destartalada pensión sevillana e intentando corresponder al portero de noche con la sonrisa de una estrella de cine que usa “Lux”. Imaginad a un escritor queriendo meter el folio blanco en la parte trasera de un tricornio acharolado de guardiacivil. Imaginad el Pilar pintado de fucsia el día del orgullo gay. Imaginad a las estrellas de mar subiendo al cielo. Imaginad a los policías locales montados en caballos de cartón durante la procesión del Corpus. Imaginad a la ocurrente alcaldesa Chueca portando un farol lleno de barquillos y gritando  “¡al rico parisién!” a los peatones de la calle Alfonso. La realidad supera a la ficción. No hay nada tan expresivo como el gesto de un niño al que se le ha roto un globo, o como una ráfaga de claridad en un atardecer morado. Quién es mezquino para imaginar merecería trabajar a destajo para el mezquino patrón que no tiene ni idea del significado de la palabra empresario. Decía un conocido mío, y decía bien, que cuando nada se entiende ni se espera, cuando nada se pide encendiendo velas pilaristas, podremos hablar de resurrección. Aquí sobran “estrellas Michelín” y faltan tipos como Pardo de Santayana que inauguren fuentes pueblerinas. En este país todo gira en torno a los santos milagreros, al olor de caries de porteras, al agua y al aguachirle. Tenemos la obsesión de que se nos ha estropeado el catalejo y solo llegamos a adivinar la oscuridad y el misterio. Pasamos de las fiestas patronales a los gorigoris y tenebrarios, y de la bulla popular  al silencio mudo, como la cosa más normal. Y en lo religioso, del Nacimiento a la Crucifixión, y del turrón y el cava a las torrijas y el zurracapote con solo tres meses de diferencia. Carecemos de la templanza del término medio. Ya lo dijo Manuel Alvar: “Nos movemos entre una leyenda blanca absolutamente necia y una leyenda negra absolutamente malvada”.

 

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