Primero fue Pérez Galdós, el de la estatua de la glorieta de El Retiro madrileño, el que nos descubrió la historia novelada del siglo XIX. Más tarde, Ricardo de la Cierva, el fugaz ministro de Cultura que más supo saborear el despachito oficial, el que nos adentró en la maraña sicológica del franquismo, y el que también nos contó a lo largo de tres tomos (Planeta) la vida ardorosa de Isabel II. Entre ambos, Camilo J. Cela, con su “San Camilo 36” nos contó a su manera lo que aconteció en Madrid en los días comprendidos entre el asesinato del teniente Castillo y la toma del cuartel de la Montaña. La historia reciente de España es una espiral de intrigas y de sangre, y a todos nos ha quedado el ‘estigma’ de aquella ‘pasión’ que comenzó en una tarde de verano. Este es un país de lapsus inexplicables preñados de paradojas absurdas. Así, el BOE (antes ‘Gaceta de Madrid’), que durante más de trescientos años fue el ‘catón’ de los edictos, las leyes y las derogaciones, se olvidó el jueves 20 de noviembre de 1975, pese a ir orlado de luto, de hacer un comunicado oficial de la muerte de Franco. Lo mismo puede decirse de la despedida del Consejo de Regencia. Y por si ello fuese poco, en el número 282 del BOE, correspondiente al día 24 de noviembre de 1975 (primer ejemplar publicado desde la proclamación de Juan Carlos de Borbón en las entonces llamadas ‘Cortes Españolas’) apareció entre las disposiciones más destacadas una “Orden por la que se determina la normativa y los trámites que hay que cumplirse en las operaciones efectuadas al amparo del Régimen de Tráfico de Perfeccionamiento Activo”, o sea, sobre tráfico aduanero. Pero no hay la menor mención al Borbón que la derecha ya había motejado como el “Rey breve”, y cuya jura había tenido lugar 36 horas antes. Pero el lapsus de mayor duración histórica fue al término de la Guerra Civil, cuando el régimen victorioso no se molestó en derogar la Constitución de la II República. Ya lo dijo José Bergamín: “Las revoluciones son breves, las contrarrevoluciones, largas; tanto más largas cuanto más intensas hayan sido las revoluciones provocadas”. La síntesis cronológica señala que en 124 años (desde las Cortes de Cádiz de 1812 hasta julio de 1936) hubo en España tres abdicaciones y renuncias al trono; tres destronamientos y expulsión de regentes; diez constituciones (incluidas las Leyes Fundamentales (entre 1942 y 1966); y diez revoluciones y golpes de Estado. Como dijo aquel baturro de Bárboles: “De lo poco que nos queda no falta de nada”.
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