Me entero de que vuelve el talle de avispa para la próxima primavera-verano, con cinturones anchos y grandes hebillas. Regresa el estilo parisino que tanto nos gustaba en las novelas de Maigret. La calle, un café-bar con muchas mesas de velador y una vespa en la empedrada calzada con una mujer de paquete, sentada de lado y enseñando unas rodillas redondas como faros de tractor. Esas mujeres eran estilizadas y bellas, como sacadas de un cuadro de Rafael de Penagos. Lo que ya no sé es si tal moda, que esta por llegar, como la primavera, será del gusto de la ministra de Igualdad.
Aquellas mujeres de bandera me encandilaban más por lo que se intuía que por lo enseñaban, que era más bien poco. Lo importante era lo que imaginábamos y, en lo que respecta a las mujeres, siempre la ficción supera a la realidad. Por eso a mí me agradan sobremanera las señoras pasadas por el tamiz del Photoshop, que les quita arrugas, esconde "michelines" y las deja planchadas y como sacadas de los cromos de "El Coyote".
Con el "destape" posfranquista, los de mi generación nos dimos cuenta de que lo que nos gustaba en realidad era Claudia Cardinale en "El Gatopardo" y Vivien Leigh en "Lo que el viento se llevó". Mujeres de una pieza, con faldas hasta el tobillo y enseñando escotes realzados por corpiños muy apretados. Con el talle de avispa pasa algo parecido, aun siendo distinto.
En fin, desde que se nos murió Guido Crepax en 2003 ya no sé si la ficción supera a la realidad. Valentina, el personaje de sus comics era la prueba de la mujer de culto que a mí me encendía.
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