Leído en Público: "La legislación española establece cuáles son las exigencias mínimas de productos que una oficina de farmacia debe disponer siempre en su almacén. Este marco legal permite a los católicos negarse a vender condones. Están definidos como productos sanitarios, no como medicamentos, advierten desde el Consejo".
En este sentido, yo quisiera saber porque esos farmacéuticos católicos, que se la cogen con papel de fumar y que se niegan a vender a los jóvenes tales adminículos de utilidad pública, continúan despachando biberones, chupetes, y en algunos casos hasta colonias de imitación. Ignoro lo que dice la legislación respecto a las oficinas de farmacia, pero las utilizo con frecuencia. Sé lo que sucede en los mostradores de algunas de ellas, donde hasta se permite aconsejar tal o cual jarabe para la tos el mancebo de botica.
Aquí, si Dios no lo remedia, pronto volveremos a los oscuros años cuarenta, cuando en la Gran Vía madrileña un señor de luto vendía condones al grito de "¡para el catarro!", y la penicilina había que pedírsela por mucho favor al limpiabotas del café. En nacional-catolicismo extiende sus tentáculos en todos los sitios, también en las oficinas de farmacia, más aún si los licenciados son de Pamplona.
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