Desde que comenzara la Expo de Zaragoza, los personajillos que están en posesión de la cuerda de trenzado, vamos, los de siempre, están más atentos a los repiques de campanas que a los trabajos de despacho. Estos piojos resucitados, que ya ostentan el "síndrome de Stendhal", después de haber visto día sí y día también la Torre del Agua, no sabemos si caerán pasado el 14 de septiembre en estado de angustia, excitación alternativa con la melancolía, obnubilación, temblores, sudoración y pitidos de oídos, tal y como lo describió Marie Henry Beyle, en 1917.
En suma, nuestros políticos viven hoy más del fasto que de la eficacia. Y lo hacen con naturalidad. Similis simili gaudet, o sea, lo igual a su igual llama. Dios nos coja confesados.
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