Días pasados visitaban los
príncipes de Asturias Portugal. Cuánto debe aburrirse este matrimonio para
dedicarse a hacer “viajes de Estado bis”
a un país vecino con el que no nos une casi nada por culpa de nuestro crónico
y acostumbrado desdén. Se iba a hacer un tren de alta velocidad Madrid-Lisboa y
ya ni eso. Pero a la prensa rosa lusitana (“Lux” y “Flash!”) les ha faltado tiempo para hacer
severas críticas a la princesa consorte: que si Letizia está muy delgada, que
si se detecta una cierta frialdad entre el matrimonio, que si ella estaba
tensa… Ya veremos este fin de semana en Valladolid cómo anda el aceite del
candil regio. De momento, miembros de la Guardia Civil han dejado claro
que preferirían que el Cuerpo les comprase chalecos antibalas antes que
derrochar dinero público en una parada militar que cada día que pasa interesa a
menos ciudadanos. Y el Gobierno, ¡qué decir del Gobierno! Su extrema debilidad
interior y la falta de respeto exterior están haciendo de Rajoy el muñeco del
pim pam pum entre sus colegas europeos. El martes pasado, García- Margallo
marchó a Londres dispuesto a poner las cartas de Gibraltar boca arriba y las
cosas en su sitio. Ja, ja, ja. El ministro de Exteriores regresó a Madrid
cariacontecido, declarando posteriormente a la prensa que “la pelota estaba en
el tejado” del Peñasco. Pero ahora nos enteramos de que el Gobierno estudia
compensar económicamente a los pesqueros españoles que faenan por la zona del
inglés por tener la fiesta en paz. Eso se llama pusilanimidad. Me recuerda
aquella parodia de Gila cuando, tomando el teléfono, llevaba intención de
echarle una tremenda bronca a su suegra. Pero cuando ella se puso al otro lado
de la línea, Gila se limitó a decir: “Sí, señora, sí señora. Lo que usted
mande”.
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