La prensa sólo habla del tupé de
Imanol Arias en las campanadas de la televisión del Estado. Resulta que a
alguien se le ocurrió ponerle ese tupé para que estuviese un poco más a la
altura física de Anne Igartiburu, ataviada para el acto con su majestuoso
“Caprile”. A mi entender, a los hombres no habría que medirlos por su altura
física ni por el tamaño de su pene, sino por su altura intelectual. En la tele,
como en el cine, es fácil igualar a las parejas en elevación. Todo es cuestión
de utilizar planos de media cintura y unas plataformas como las que le ponían a
Alan Ladd, el de “Raíces profundas” (en ocasiones aparecía como Allan Ladd en
los créditos), ya que sólo medía 1’65 metros de estatura. Eso de utilizar plataformas
suele producir un gran efecto óptico, como lo prueba que en la antigüedad, en
el teatro griego y más tarde en el romano, los protagonistas utilizaban los
famosos coturnos, que no eran otra cosa que unos calzados altos con suela de
corcho y sujetos por cintas de cuero. Los coturnos tenían la función de
proporcionar altura al actor que representaba personajes nobles, elevándolo por
encima del coro y equiparándolo a las grandes dimensiones de la máscara,
siempre que se tratase de interpretar tragedias. Para la comedia, en cambio, se
utilizaban los zuecos. Pero, vamos, que dar el coñazo televisivo poco antes de
que se produzcan las doce campanadas en el carillón de la vieja Casa de Correos
de la Puerta
del Sol no tiene nada que ver con salir al proscenio para interpretar La Orestíada.
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