Llega la ciclogénesis explosiva
en el clima y en el Partido Popular. La meteorología anda revuelta y la
política anda podrida. La borrasca que ha producido en la sociedad el caso
Bárcenas, un eslabón más de la cadena de los despropósitos, pone de manifiesto
cómo está el panorama en el Reino de España. Mientras la chusma gobierne; mientras
el juez Castro, encargado del caso Palma Arena, donde salió de rebote el caso
Nóos (y abrió una nueva pieza), no tenga las agallas suficientes para imputar a
la infanta Cristina cuando sí las ha tenido para imputar a la esposa de Diego
Torres, Ana María Tejeiro; mientras la Justicia se ponga de perfil tras conocer que,
gracias al dinero público que se desviaba del Instituto Nóos, la infanta ganó
571.000 en sólo tres años de actividad de Aizoon ( empresa montada a medias con
su marido), según el periódico El Mundo; mientras Rajoy ironice, como hizo en
Almería, al responder a un periodista sobre los sobresueldos que cobraron
ciertos miembros de su partido (algunos hasta 15.000 euros mensuales), con un
cínico “sí, hombre”; mientras, mientras… Son demasiados “mientras” para un
pobre país que no sabe por dónde tirar. De nada sirve que los ciudadanos se
manifiesten, que se hagan foros de opinión, que se denuncien un día sí y otro
también corruptelas en todos los partidos políticos y en todos los ámbitos en
los que ciertos sinvergüenzas “cortan el revesino”, frase que, por cierto,
utilizan los limeños desde que en 1535
se trazó el plano de la ciudad de Lima. Lástima que no pueda contar aquí esa patraña por resultar demasiado larga.
Estos sinvergüenzas, digo, han dividido España en dos: la de los ciudadanos
honrados que pagan sus impuestos, sufren la crisis económica y salen adelante (en
demasiadas ocasiones gracias a la ayuda de los abuelos pensionistas); y la
otra, la España
de los despilfarradores del dinero público y de los patrioteros que se lo
llevan crudo como si eso fuera “normal” en el terreno político. Es un corte sin
anestesia que esos desaprensivos han practicado a bisturí, como corta un velero
el mar. Pero nadie dimite de sus cargos y casi nadie devuelve lo robado ni
entra en presidio. Dado ese feo panorama, también parece normal que las
esperanzas de los ciudadanos en una España mejor se hayan cortado como se corta
la mayonesa.
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