Foto del interior de un vagón del
AVE en su inauguración entre Barcelona y
Figueras. Alrededor de una mesa que no se desplegó del todo, el Príncipe frente a Artur Mas y Mariano Rajoy frente a
la ministra de Fomento. Se trataba de acercar distancias entre territorios y,
por qué no decirlo, entre el Gobierno central y la Generalidad de
Cataluña. Los cuatro viajeros se miran como esos tahúres que intentan adivinar
en el rostro del contrario las cartas. Ni una mueca ni un aspaviento ni un
farol. Los cuatro viajeros se miran de reojo mientras el paisaje corre por la
ventanilla a toda velocidad. Parece una versión moderna de “La Velada en Benicarló”,
cuando en el año recién terminado se cumple el septuagésimo quinto aniversario
de su creación por Manuel Azaña. Benicarló
era el lugar donde el presidente de la República se reunió muchas veces con Largo Caballero, al estar a mitad de
camino entre residencia del presidente de la República en el
barcelonés Palacio de Pedralbes (desde septiembre de 1936), y la del Gobierno
de la República
en Valencia (desde noviembre de ese año). En La Velada de Benicarló
aparecen en escena once personajes: el doctor Lluch, el abogado Claudio Marón, el socialista Pastrana, el
propagandista Barcala, el escritor Eliseo Morales, el exministro Garcés, el diputado Miguel Rivera, el comandante de
Infantería Blanchart, el aviador Laredo, la actriz Paquita Vargas y
un capitán. Se nota la ausencia de catalanistas, anarquistas y nacionalistas
vascos. Entre los asistentes, todos buscaban al verdadero culpable de la
tragedia que se cernía sobre la
España de entonces. Ahora, 75 años después, los cuatro
pasajeros del AVE, que tantas cosas deberían reprocharse, permanecen casi
mudos, como ensimismados en un viaje interestelar, como tragados por un
tremendo agujero negro. El paro sobrepasa los seis millones de ciudadanos; la
subida del IVA incrementa la pobreza de todos; Rosell, presidente de la Patronal, insta al
Gobierno a que se lleve a cabo otra reforma laboral más dura; los funcionarios
están pagando los platos rotos de una banca catastrófica; y los pensionistas
observan estupefactos cómo se hunde por la base la estafa piramidal de las
pensiones. Pero los cuatro viajeros, que son autoridad, hacen mutis por el foro
en ese viaje a ninguna parte. Ya lo decía Manolete: “Mejor se está sin decir
ná”.
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